5 diciembre 2024
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VENTANA DEL AIRE: Esposas y escritores

(Firma: Juan Andivia) Mi amigo Manolo Romero, yerno del poeta José Hierro, me ensombrece la mañana al decirme que ha muerto Lines, a los 94 años. Lines es el nombre con que se conocía familiarmente a María de los Ángeles Torres, viuda del poeta.

Como tantas esposas de escritores, pasó su vida al lado de una persona especial. Pepe se bajaba a escribir al bar La Moderna, cerca de su casa de Madrid, ella lo acompañaba a Nayagua y cuando la conocí, a finales de los ochenta, me pareció una persona afable, elegante y cariñosa que, sin excluir los roces normales de una convivencia larga, no había tenido que sufrir -probablemente, sí disfrutar y compartir- los inconvenientes de estar casada con un creador.

Porque muchos de los grandes genios de la literatura, por ceñirme únicamente a esta disciplina, han tenido en sus esposas a sus mayores admiradoras, correctoras, secretarias y, sobre todo, abnegadas mujeres que se sacrificaron para que el artista ejercerá como tal.

La historia está llena de silenciosas amantes que lo dieron todo no sé si por su hombre o por su escritor. La más conocida por estos lares es Zenobia Camprubí, casada con Juan Ramón Jiménez y, como el egocentrismo del poeta es conocido, no abundaré en esta relación.

Vera Nabokov escribía al dictado de su marido, le perdonaba sus infidelidades y también salvó «Lolita” de las llamas cuando Vladimir, en un arranque de frustración, decidió arrojarlo a la chimenea; Sofía Behrs llevaba las finanzas y la promoción de Tolstoi, al que conoció con dieciocho años, tuvieron trece hijos y se dice que llegó a copiar siete veces el manuscrito de “Guerra y paz”.

Los casos de Nora Barnade, esposa de James Joyce, aficionado a los burdeles; Anna Snítkina, casada con Dostoievski; o de María Bernoulli, Ruth Wenger y Ninon Dolbin, esposas sucesivas de Hermann Hess no fueron diferentes. Ellas guardaban silencio para que su novelista escribiera.

Además de lo injusto que parece que alguien como Bernoulli dejara su carrera de pianista y fotógrafa pionera para buscar ideas para su marido y que casi todos confundieran su vida con su Obra, parece obvio que la causa de este comportamiento egoísta se debe a que estos hombres no supieron amar; o mejor, solo se amaban a sí mismos.

Como decía, no todos los grandes se han aportado así y si el precio que hay que pagar para pasar a la posteridad es ningunear a quien te ama, creo que coincido con muchos escritores en la preferencia de ser un buen hombre y negarme a usar a nadie como a las antiguas máquinas de escribir.

Lines, que ha sido quien ha inspirado estas líneas y seguramente muchos de los versos del poeta, fue una mujer fuerte que sobrevivió dieciocho años a su marido, Premio Príncipe de Asturias, Premio Cervantes, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Premio Adonais, Premio Nacional de Poesía, Premio Nacional de Literatura, dos veces Premio de la Crítica, Premio Juan March, Premio Nacional de las Letras y a su hija Margarita, profesora y mujer excelente. Sé que eran una familia donde todos se respetaban como personas y como artistas.

No todo el mundo puede decir lo mismo.

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