Los ciudadanos no solo disfrutan con los monumentos, obras artísticas que cubren la población que habitan, históricas o nuevas; también de los espacios abiertos al cielo, al sol, a las plazas, a las montañas, a la Ría… Y esos espacios los ocupan jardines, plantas y árboles que dan alegría como seres vivos y proyectan nuestra personalidad fuera del egoísmo. Los árboles forman parte de la vida, de los sueños y la poesía. Miramos su altura, el grueso de su cuerpo, la fortaleza o fragilidad de sus ramas, de sus hojas.
Hoy me han salido al paso, o han salido al encuentro de mis zapatos, tres acebuches, situados delante de la Casa del Guarda en el pórtico del Barrio Obrero. No están en los jardines ni en el refugio de la casa, sino en el comienzo de la avenida de Guatemala, en medio de esta vía. Quizás por eso pasan desapercibidos. Los peatones cruzan el semáforo sin mirar. Lo mismo hacen los conductores. Es necesario pararse para ver a los tres acebuches que. como los tres Reyes Magos, esperan una señal para ponerse en marcha.
El acebuche es una variedad silvestre del olivo, robusto de hojas redondeadas y frutos pequeños llamados acebuchinas, parecidos a las aceitunas.
Antes solo los había visto junto a la Ermita del Rocío, como acompañantes, vigilantes y fieles devotos de la Virgen. También en una de la entradas a Doñana que se hace a través del Centro de visitantes el Acebuche. Hoy alguien los ha traído al asfalto, al ruido de los coches a las prisas de los choqueros. Parada, silencio y contemplación ante la belleza de su cuerpo y su frondosidad. Árbol con entraña de mujer en los versos de Gabriela Mistral:
Árbol que no eres otra cosa
que dulce entraña de mujer ,
pues cada rama mece airosa
en cada leve nido un ser .
Este árbol se utiliza como ornamento en muchos lugares, ya que no necesita grandes cuidados, aunque si le perjudica el frio y las heladas, pues es una especie mediterránea . Por eso en los antiguos Juegos Olímpicos a los ganadores se les coronaba con ramas de acebuche. Hoy no es necesario, lector. Después de gozar de estos tres amigos nos dirigimos a la misteriosa y coqueta Casa del Guarda para tomarnos un vino en su terraza .
Emilio Marín