Arrabales es un centro de rehabilitación situado en la avenida Manuel Siurot de la capital onubense. Allí, desde 2002, se enseña toda una serie de valores para que sus residentes vuelvan a la vida cargados de herramientas positivas que los alejen para siempre de sus diferentes adicciones. Arrabales está en el corazón del Conquero, y el pasado jueves 8 de julio su corazón estuvo cerca de dejar de latir, algo que no sucedió por la rápida intervención de su gente, por la puesta en práctica del valor y los valores, por la actuación de unas personas que se convirtieron en bomberos por un día, que se convirtieron en los otros héroes del Conquero.
Todo empezó a media tarde cuando, una vez más (la historia de todos los veranos), las laderas del Conquero empezaron a arder y las llamas, empujadas por el viento, se acabaron convirtiendo en habitantes no invitados de una casa que se convirtió en la morada del miedo. “Cuando llegamos, ellos, con sus medios, estaban refrescando la zona, algo que fue importantísimo”, nos relata en declaraciones a HuelvaYa Isidoro Aguado, cabo del Servicio de Extinción de Incendios del Ayuntamiento de Huelva y jefe de guardia la tarde del incendio.
“Estábamos desbordados, les pedí ayuda y vimos en sus caras que nos decían que ahí estaban para lo que necesitáramos”
Una vez que llegaron los bomberos, vista la magnitud (unos 1.000 metros) y los distintos frentes del fuego, y la “mucha falta de personal al principio”, el trabajo de coordinación entre los profesionales y los residentes de Arrabales fue imprescindible: “Estábamos desbordados, les pedí ayuda y vimos en sus caras que nos decían que ahí estaban para lo que necesitáramos”, describe Aguado. Así, formaron líneas de ataque y defensa, y “les encargamos que formaran labores de retaguardia en zonas menos peligrosas”. Como resultado, un equipo perfecto, auspiciado también por la Policía Local, Nacional, Protección Civil y el Infoca, que hizo que lo único que haya que lamentar sean daños materiales y la quema de unas 13-15 hectáreas de terreno en las laderas del Conquero.
Mateo, uno de los usuarios de Arrabales, fue uno de los responsables de mantener la “calma controlada”. Él fue uno de los encargados del desalojo de la casa, de que todo lo importante estuviera fuera del alcance de la voracidad del fuego, de que los animales salieran, de que la tragedia no fuera a más. “Nos coordinamos bien, y quiero agradecer a los bomberos su rapidez y eficacia”, nos cuenta Mateo, a quien el susto difícilmente se le olvidará: “Las llamas abrazaban toda la casa, nuestra casa, y vivimos momentos de mucha angustia, mucha preocupación e incertidumbre porque la casa en la que vivimos y en la que nos estamos curando se quemaba”.
Pilar, otra de las residentes, solo tiene palabras de agradecimiento para la labor de los bomberos municipales: “La seguridad y motivación que nos dieron fueron imprescindibles. Gracias a ellos seguimos aquí en la casa. Enhorabuena”.
Por su parte, Manuel, otro de los chicos que, a sus 18 años, reenfoca su vida en Arrabales, relata que “lo pasé bastante mal, pero quiero agradecer el empeño y esfuerzo que pusieron los bomberos para lograr salvar nuestra casa; su trabajo y efectividad fueron claves. A lo mejor me planteo ser bombero”.
Agradecimientos compartidos
Las “gracias” de la gente de Arrabales hacia los bomberos no son unidireccionales, ya que los propios bomberos regresaron al centro esta semana para mostrar su agradecimiento y reconocimiento a la labor de estas personas en la extinción del incendio: “Querían agradecernos nuestra colaboración”, expresa Jesús Roa Bravo, presidente de la Asociación Arrabales, quien describe que “pasamos un susto tremendo, y por eso quiero agradecer el trabajo y profesionalidad de los bomberos”. Pero Roa Bravo también quiere poner en valor en este reportaje un aspecto transversal en todo lo ocurrido el 8 de julio: “Los chavales supieron poner en valor todos los valores que intentamos transmitirles en Arrabales. Su sentimiento de pertenencia fue fundamental. Sentían que perdían su casa”.
Por ello, Jesús Roa quiere enfatizar “la coordinación, el apoyo y la ayuda que recibimos. Muchas gracias a nuestra gente, a los bomberos, a Protección Civil, a la Policía Local, al Infoca y a todos los que se volcaron con nosotros”.
La difícil cuestión de qué hacer para que el fuego no reaparezca cada verano en el Conquero
El Conquero, sus laderas, es una zona con una gran masa combustible, y raro es el verano en el que su descuidado paisaje no se tiñe del rojo de las llamas. Isidoro Aguado explica que “lo ideal es que se hagan trabajos previos de limpieza y desbroce durante el resto del año, pero en esta zona coinciden diferentes factores que agravan la situación”.
Así, el cabo de los bomberos del Ayuntamiento de Huelva explica que es una zona con fuerte viento e inclinación y además “no tenemos acceso con vehículos, solo desde el aire”. La suma entre la orografía del terreno y el viento hace que casi siempre el fuego nazca “en la parte inferior de las laderas y sube empujado por el viento”. “Me consta que se hacen labores de desbroce y limpieza y pequeños cortafuegos, pero son insuficientes”.
A todo ello hay que añadir un elemento que va más allá de las características del terreno: sus propietarios. Y es que, como explica Aguado, en la zona “hay muchas parcelas que son privadas. Creo que si todo fuera público se tomarían otras medidas. Al ser una zona no definida para un uso concreto, el asunto se vuelve muy complicado”.
Así, tirando del dicho, entre unos y otros, la casa por barrer. Otro verano más la belleza del Conquero se solapa con la dejadez en sus terrenos y la incertidumbre que crea ser un lugar idóneo para el nacimiento del fuego. El pasado 8 de julio volvió a pasar. Quedará esperar el próximo con el deseo de que no vaya más allá de lo material y de que, más pronto que tarde, la zona no necesite de héroes.