La invasión de Rusia a Ucrania nos está dejando imágenes que jamás pensamos ver en pleno siglo XXI, horrores que creímos estaban atrapados en viejos libros de historia y documentales de televisión… Pero también nos ha dejado la impronta de la solidaridad. Cientos de historias de empatía y corazón, en su mayoría anónimas, que nos hacen no perder la esperanza en el ser humano.
Es el caso de Nicolás Vicente Eelena, un joven de 19 años, vecino de Islantilla y estudiante de Derecho y ADE en Córdoba, al que la guerra ha sorprendido a apenas 100 kilómetros de lo que ahora es su hogar: Rzeszów (Polonia), una ciudad fronteriza con Ucrania en la que se encuentra de Erasmus, donde no ha podido permanecer impasible ante la realidad.
“Cuando hicimos dos o tres viajes a Cracovia y vimos cómo estaban las estaciones de trenes, llenas de refugiados, así como el clima que se respira desde que estalló la invasión, con movimiento militar y policial por las calles, nos dimos cuenta de que estábamos ante algo serio. Es desolador ver cómo llegan esos niños y mujeres”, nos cuenta Nicolás.
Ese fue el momento en el que este joven onubense y su grupo de amigos, también Erasmus, decidieron ponerse manos a la obra y aportar todo lo que estuviera en su mano para ayudar a aquellos que llegaban hasta su ciudad huyendo del horror.
“Al ser estudiantes no tenemos unas herramientas económicas propias realmente fuertes, pero sí que intentamos concienciar a la gente de lo que vivimos aquí a través de las redes sociales para hacerles ver qué es lo que está pasando realmente. Lo que hacemos es recaudar dinero, fondos que nos permitan invertir en necesidades esenciales, desde pañales a comida, elementos sanitarios de primera necesidad, medicinas…”, ayuda humanitaria que va directa, entre otros puntos, a un hospital en el que trabajan como voluntarios y en el que atienden en su mayoría a madres y niños ucranianos refugiados.
“Ni de lejos me esperaba lo que vi cuando llegamos al hospital… Tantas camas, esterillas tiradas en el suelo en la que se aglutina tanta gente, las condiciones en las que vive, que son bastante lamentables…”, subraya Nicolás, al que al preguntarle por alguna situación que le haya marcado especialmente pone cara a una de esas mujeres que quizás podríamos haber sido cualquiera de nosotros:
“Estaba sola, pidiendo ayuda, embarazada. La simple imagen que se te crea en la cabeza de todo lo que ha dejado atrás, que está sola, sin ninguna ayuda… se te ponen los pelos de punta”. Por todo ello, “nuestra labor es bastante gratificante. Hacemos lo que podemos, pero aun así falta muchísimo por hacer”, se lamenta este joven solidario.
Hasta el momento, Nicolás y sus amigos ya han recaudado más de 15.000 euros de solidaridad para aquellos que llegan desde Ucrania gracias a un llamamiento realizado a través de las redes sociales. Para colaborar con ellos puedes hacerles llegar tu donativo enviando un Bizum a alguno de los teléfonos que aparecen en la imagen que acompaña esta información.