Desde que hace décadas el capitalismo se instalara en la base de nuestra sociedad, a diario es imprescindible afrontar una gran cantidad de gastos. Pero en ocasiones, para muchas personas, afrontar dichos gastos no es nada fácil por no contar con la liquidez necesaria en el instante de tener que hacer el pago, bien sea por falta de ingresos o por la diferencia de fecha entre cuando se recibe el dinero y cuando se necesita tenerlo disponible.
Es en estas situaciones de emergencia cuando el español medio recurre más habitualmente a los préstamos rápidos, que hoy son la solución más extendida cuando se trata de solucionar un problema de liquidez puntual, pero también cuando simplemente se trata de “darse un capricho”.
Sea la razón que sea por la que una persona recurra a los créditos, existen casos comunes que suponen gastos y originan deudas que hemos de tener en cuenta y preverlos para no tener un problema mayor a la hora de afrontarlos.
Deudas más comunes contraídas por los españoles
La primera fuente de deuda para el común de los habitantes en nuestro país es la vivienda. Las hipotecas son los créditos más solicitados en nuestro país ya que es la principal via para financiar la adquisición de un nuevo hogar. En estos casos, el banco utiliza la propia vivienda para garantizar la devolución de la cantidad adeudada. Las hipotecas actuales suelen firmarse, de media, por unos 35 años de duración, aunque pueden llegar incluso a 45 en algunas situaciones especiales, convirtiéndose en una carga realmente pesada.
Los préstamos personales y al consumo son otros de los créditos más habituales entre las familias españolas. Estos son aquellos que se solicitan para comprar bienes de cierto valor, aunque de menor nivel que una vivienda. Un buen ejemplo sería la financiación de un coche, unas vacaciones, los gastos de una boda o la reforma de casa. Suelen ser de una cuantía media de entre 10.000 y 20.000 euros y normalmente el plazo de pago es de 6 a 8 años.
Otra forma de financiación bastante común, quizás por ser la más práctica y rápida de todas, son las tarjetas de crédito. Estas permiten en la mayoría de los casos, hacer compras de elevado importe retrasando o fraccionando el pago. Si bien sus ventajas son obvias por su facilidad de uso, también implican, de forma general, intereses más altos, por lo que es necesario vigilar su uso para no exceder nuestra capacidad financiera real.
Ya no sólo ofrecen créditos los bancos
En los últimos años, han aparecido gran cantidad de empresas denominadas Fintech que, sin ser bancos, ofrecen la posibilidad de financiación a las familias a baja y mediana escala.
Muchas de ellas tienen sus propias tarjetas de crédito, en algunos casos con condiciones más que interesantes, incluso mejores que los bancos, pero su principal fuente de capitalización son los denominados microcréditos. Estos son instrumentos que ofrecen la posibilidad de obtener pequeñas cantidades de dinero para solventar un momento puntual de falta de liquidez. Su ventaja es que no suelen requerir avales ni una gran cantidad de documentación y se obtienen en un plazo de 24-48 horas, por lo que son útiles, precisamente, cuando el tiempo apremia.
Si bien son una solución más que recomendable para este tipo de necesidades “rápidas” y concretas, no lo son tanto cuando se trata de pagos alargados en el tiempo, puesto que los intereses pueden crecer más rápido de lo que lo hacen los créditos tradicionales.
Otra de sus ventajas es que suelen ser más flexibles con el credit scoring
¿Qué es el credit scoring?
Se trata simplemente de una herramienta que utilizan las entidades financieras para evaluar el riesgo que supone el otorgar un crédito a un determinado cliente. En función del perfil financiero que detalle el credit scoring, la solicitud se aprobará o rechazará y las condiciones ofrecidas pueden personalizarse.
Es un proceso automático que no suele tomar nada de tiempo y que limita las posibilidades de que los clientes caigan en impagos por no tener la capacidad necesaria para afrontar los costes del crédito.
Para que el credit scoring sea positivo, normalmente basta con tener una fuente de ingresos regular demostrable y un historial crediticio limpio de impagos. Con estas características, se tendrá más facilidad a la hora de disponer del dinero necesario a crédito.