Tal vez el nombre de Luisa García no le suene de nada, pero lo cierto es que si pregunta por los barrios de El Torrejón, La Hispanidad o Verdeluz la señalarán enseguida por su trabajo en y su sonrisa. Lleva una vida haciendo de los barrios de Huelva un lugar mejor a través de una vocación, la educación y esa inclinación natural a volcarse en los demás se puede escribir, en el caso de Luisa, en letras mayúsculas.
Luisa también es choquera, de la que ha entretejido una vida de 59 años en esta ciudad, » no me he movido nunca de Huelva soy la mayor de siete hermanos y la diferencia con mi hermano más pequeño es de 23 años así que somos una familia de tres generaciones diferentes». En El Carmen, Los Rosales, La Orden, Verdeluz, esa Huelva profunda y a veces desatendida ha construido sus hogares pero en todos, desde que era «pequeñita» ha habido un fin último, ayudar a través de la educación.
«Yo siempre he querido ser maestra es la vocación más importante que he tenido en mi vida, al tener tantos hermanos pequeños mi objetivo era llegar a casa a ponerle deberes, coger la pizarra con ellos y enseñarles», comenta Luisa buceando entre sus recuerdos.
Años más tarde conoció la figura de Don Bosco, el alma de la comunidad salesiana (centro educativo en el que lleva ahora cabo esa tarea) y entendió, con unos 17 años que en realidad no quería ser maestra, sino que quería ser educadora: dicho y hecho. «Mi vocación y aptitud ha sido siempre el ser una persona que intenta mejorar el mundo desde la educación».
Inicio su actividad educadora a través de la Fundación Valdocco, y la inició con un taller de electricidad «que me trae unos recuerdos espectaculares, las conmutadas, los interruptores, los puntos de luz» lo tuvo que aprender sobre la marcha, aunque día asegura que no se acuerda de los conocimiento adquiridos como manitas.
El proyecto terminó desapareciendo por problemas económicos, así que cambio de entidades sociales, pero nunca ha dejado de enseñar para los más desfavorecidos. Ahora está en el Colegio Salesianos a través de la Asociación Juvenil carabela así que nunca ha ejercido como tal de maestra.
Lo que he hecho en estos últimos años ha sido llevar a cabo un programa de itinerario de inserción social con familias en exclusión «en pura exclusión» mujeres abandonadas, con hijos y sin recursos económicos cuyo única oportunidad de llenar la nevera es el ingreso mínimo vital. «Necesitan mucho trabajar el empoderamiento, aumentar su autoestima yo lo que hago sobre todo es acompañar a esas familias».
Su acción tiene recompensas, «hay personas que ellas mismas dicen que son ahora un poquito más felices porque han encontrado cosas que no tenían entonces yo creo que es lo bueno del programa, tienen otra forma de ver la vida».
Su otra vocación también está muy relacionada con todo esto, su participación en el movimiento vecinal y en las actividades del Distrito V, ella lo toma como algo natural, «vivo aquí estoy en los barrios, no es un trabajo ni una obligación participo porque es parte de mi vida, de mi día a día».
La educación a través de Don Bosco
Luisa habla de Don Bosco (sacerdote italiano que volcó su vida en los más desfavorecidos) como una adolescente habla de la última estrella de cine. Ese brillito en los ojos (vivaces aún como si quisieran escapar de sus órbitas y explorar los recovecos de su entorno) le sale cuando comenta que conoció a Don Bosco, como si le hubiera estrechado la mano (murió en 1888) «a partir de ahí descubrió un mundo diferente la posibilidad de transmitir unos valores desde el trabajo con los demás, ya entonces eso me emocionaba» .