Una paciente de 84 años, residente en la localidad de Arroyomolinos de León en Huelva, está experimentando los efectos de la Fiebre del Nilo. Según lo comunicado por la Junta de Andalucía su estado de salud es «estable desde el punto de vista clínico», si bien permanece internada en el hospital.
Este episodio constituye el primer caso humano notificado en la temporada de 2023, así como el primero confirmado en la provincia de Huelva. Se origina como resultado de la supervisión epidemiológica llevada a cabo por la Consejería de Salud y Consumo, bajo el marco del Programa de Vigilancia y Control de Fiebre del Nilo Occidental de Andalucía.
Con el propósito de responder a esta situación, se iniciaron labores de vigilancia y control de los vectores responsables de la propagación del virus del Nilo, es decir, los mosquitos. Tales acciones se pusieron en marcha al comienzo de la semana pasada en el lugar mencionado. Esto obedeció a indicios clínicos surgidos de investigaciones epidemiológicas, las cuales también incluyeron un análisis de movilidad durante los últimos 15 días.
En este contexto, se ha comunicado por parte de las autoridades que se ha procedido con la identificación de potenciales criaderos de larvas, así como con la aplicación de tratamientos larvicidas. Además, se han identificado posibles lugares de origen y refugio de mosquitos adultos, todo ello gracias a trampas instaladas en la localidad.
A raíz de esta confirmación y siguiendo las directrices del Programa Andaluz, el municipio ha sido reevaluado y catalogado en el nivel de riesgo 5. Consecuentemente, se implementará un Plan de Acción específico en el área, con la colaboración del servicio de control de mosquitos proporcionado por la Diputación Provincial de Huelva. Las autoridades de la provincia y del municipio han sido debidamente informadas.
Medidas preventivas para evitar el contagio de la Fiebre del Nilo
Desde la Consejería se recalca la «importancia» de que la población mantenga «medidas preventivas» para eludir las picaduras de mosquitos en los momentos de mayor actividad de los insectos transmisores de la enfermedad, es decir, en las horas cercanas al amanecer y al atardecer.
Estas precauciones abarcan tanto a nivel individual, mediante el uso de repelentes registrados y ropa clara que cubra la piel, como en entornos domésticos, mediante el uso de mosquiteras y la eliminación de aguas estancadas o la aplicación de repelentes ambientales. Esto es especialmente relevante para las personas más vulnerables, con sistemas inmunológicos comprometidos, con el fin de «disminuir sustancialmente» las probabilidades de propagación de la enfermedad.