Esperar los días de luna nueva para que la marea sea mayor. Esperar en la playa para ver todo lo que la bajamar deja al descubierto en la orilla. Pensar que es así como se escriben los mejores poemas.
De las tiras de Tom Gauld (@tomgauld) nunca se si quedarme con las de científicos o con las de escritores.
La magia del cine se hace más magia en el cine de verano. Da igual que el sonido no sea el mejor, da igual que las sillas no sean las más cómodas. Cuando se apagan las luces, ya no hay nada más: ahí estás tú y eres parte de esa historia.
Titular bien un poema es más difícil que encontrar una cerveza fría (pero fría de verdad) en agosto.
En la foto Audrey Hepburn sostiene a su hijo en brazos. Él es muy pequeño, probablemente sea su primer verano. Ella viste un biquini de cuadros vichy y sonríe al niño. Él tiene la manita apoyada sobre el brazo de su madre. Podría estar horas mirando esta foto: todo es ternura, ternura, ternura.
Es en verano cuando más tiempo paso con mi madre. Me pide ayuda para algunas cosas cotidianas que ya no puede hacer, como por ejemplo lavarse el pelo. Me encanta hacerlo, acariciar el cráneo pequeño y redondo. Intento en esos momentos que en mis dedos quede, de alguna manera, la memoria del cuerpo de mi madre.
Mi padre aprendió a nadar en la playa de Castelldefels cuando hizo la mili en Barcelona. Luego nos enseñó a nadar a mi hermana y a mí y a casi todos mis primos. Para mi padre, nadar consistía en no tenerle miedo al agua, pero sí respeto. Mi padre era un hombre más sabio de lo que él creía.
Ser tan valiente como un charrancillo lanzándose al agua.
Todas las siestas que duermo ahora son las que no dormí cuando era chica. Mi afición a la lectura le debe bastante a mis pocas ganas de dormir.
“Igual era eso. Que el verano es la infancia: y lo demás son recuerdos”, José Luis Sastre, periodista.