(Firma: Javier Jiménez Fernández) Recuerdo cuando tenía veintiún años y fui a Madrid a estudiar. El tren era fantástico, un tren fuerte, rápido y estable. No siempre iba muy lleno de pasajeros (hoy en día ya somos una barbaridad), y era una maravilla montar en él. Aunque la calidad del bar siempre fue pésima en relación a sus exagerados precios, el viaje era agradable, por lo general.
Veinte años después, bueno…alguno más, veo que hay cosas que no han cambiado; como el ancho de vías, que a nadie le ha dado tiempo a cambiar en más de veinte años, sin hablar de los precios de la cafetería. Lo que sí ha mutado a peor ha sido la calidad del servicio: trenes mucho más caros y más lentos, porque cada vez se tarda más en llegar. Pagar más por mucho menos.
Esto no se trata de si los pasajeros llegan tarde a su destino o no. Este grave problema va mucho más allá. Huelva, en la era del tren, se está quedando incomunicada. Compañeros de trabajo y amigos de Madrid, y enamorados de Huelva, han dejado de venir, y yo les entiendo. Cuesta mucho menos, y es puntual un tren a Girona, a Valencia, a Córdoba, a Barcelona, etc.
Una capital que vive mucho del turismo, y hoy en día más que nunca, no puede permitirse quedarse incomunicada. No olvidemos que menos turismo es menos empleo, y más desempleados que no pueden buscar trabajo en otras provincias porque no tienen medios de transporte decente que les permita cumplir con un horario laboral, viéndose obligados y obligadas a abandonar la provincia.
Incluso yo mismo voy poco a ver a mi familia por los problemas que da viajar en el tren. Ahora voy algo más, pero con un Lexatín en el bolsillo, por si las moscas.
No pido a la gente de Huelva que salgamos a las calles, Extremadura ya lo hizo, y no sirvió de nada. Escribo esto, que lanzo como una botella al mar, para expresar mi absoluta desesperanza.