Quienes me conocéis sabéis de mi amor por los lugares de costa en invierno. La playa deja de ser ese lugar domesticado que habitamos en verano. El mar a menudo aparece bravío y desafiante, la orilla cada día la misma y, sin embargo, distinta. Por la noche el silencio lo invade todo, de tal manera que puedes oír el rugido de las olas hasta quedarte dormida. Y si miras al cielo notarás que toda la inmensidad de las estrellas cubre tu cabeza. En nuestras ciudades es dificilísimo poder apreciar siquiera una constelación entera, a lo sumo la Luna, Venus, Júpiter y si te alejas un poco del centro alguna estrella más. Contaminación lumínica lo llaman y es la causa de que en algunos países como Singapur, Qatar o Malta sea imposible ver la Vía Láctea.
Empeñada en poder observar el cielo desde mi terraza me hice con un pequeño telescopio que no he sido capaz de calibrar. Menos mal que una amiga vino a mi rescate y me enseñó una app con la que señalando al cielo con la cámara del móvil al menos puedes saber qué es lo que estás viendo. Es bastante hermoso poner nombre a aquello que nos observa desde la lejanía. Y es un misterio que el destello que ves en ese momento se produjera miles de años antes y que seamos fruto de una explosión enorme, viajeros sobre un trozo de materia que recorre el espacio desconociendo hacia dónde nos dirigimos.
Menos mal que tenemos la poesía, trazadora de mapas vitales, para no sentirnos solos y aislados ante tanta incertidumbre. Menos mal que tenemos a cartógrafas como Carmen Ciria para traducirnos lo que se cuece ahí arriba y traerlo hasta el centro de nuestros pechos. Estoy hablando de “El universo irregular del corazón”, el último libro de la poeta soriana afincada desde hace años en Huelva.
Carmen divide su poemario en dos partes: una llamada “Del Universo” y otra “Del corazón”, pero ambas son tremendamente permeables: el amor, el paso del tiempo, las ausencias, la memoria… Temas que siempre han estado en mayor o menor medida en su poesía, pero que en este libro van ensartándose como las cuentas de ese collar de azabache del que nos habla en su poema “El regalo”:
Pero algo nació desde lo negro,
carbones amorosos
destinados a ser, tras millones de siglos,
el collar de azabache
que mi madre me iba a regalar.
En la primera parte, la autora se sirve del lenguaje propio de la astronomía para ir construyendo su poética: nos habla de antimateria y amor, del recuerdo de una noche de verano contemplando las Perseidas, el paso del tiempo de la mano de su nieta Claudia y la fluctuación cuántica para terminar con el poema “No duerme” donde lo inmenso y lo pequeño, lo extraordinario y la cotidianeidad rozan sus dedos en unos bellísimos versos finales.
En la segunda parte, “Del corazón”, Carmen va desgranando pequeños acontecimientos que nos asaltan en nuestra vida: las terribles noticias que nos llegan de un país en guerra, la fatalidad de nacer mujer, los pensamientos que la asaltan al ver a sus nietas afanarse en la orilla para construir un castillo de arena, pero también la intimidad del amor en poemas como “Coincidencia” o la insistencia del paso del tiempo en “Inmóvil andadura”:
Y dudamos si hacerlos destruir,
vaciar el cajón y la memoria
o conservar ese tiempo aherrojado
en las catorce diez, o seis y veinte.
El tiempo, tan relativo más allá de nuestros confines terrestres, se vuelve en las manos de Carmen Ciria materia poética y universal, tiempo compartido con sus lectores que ella agradece en el último poema de este hermoso libro, invitando a llenar los huecos, a que nos enredemos entre sus versos, a que formemos una hermosa comunidad los que habremos observado el cielo alguna noche / y sucumbido al toque de su gracia. Menudo relío podemos formar. Eso sí que es un Big Bang como Dios manda.
“El universo irregular del corazón”, de Carmen Ciria está editado por Ediciones Endymion.
