La asociación de mujeres “Zenobia” y la casa museo del Nobel conmemoraron este miércoles el 109 aniversario del enlace Jiménez-Camprubí con una ofrenda floral y un recital de poemas en homenaje a la esposa y principal colaboradora del Andaluz Universal, y la presentación del cuaderno juanramoniano que analiza la relación del matrimonio con la escuela de las Hermanas Cossettini, una singular experiencia de educación activa desarrollada en Argentina.
El alcalde de Moguer y presidente de la Fundación del Nobel, Gustavo Cuéllar, y la presidenta de la asociación “Zenobia”, Pepi Caeiro, abrieron el programa conmemorativo depositando un ramo de flores amarillas a los pies de la estatua de la esposa del Nobel, antes del recital de poemas que amenizó a la guitarra el propio Cuéllar, y la actuación del coro de la asociación de mujeres que puso complemento musical a una intensa tarde dedicada a recordar al matrimonio Jiménez, que contrajo matrimonio el 2 de marzo de 1916 en Nueva York, una efeméride que cada año se pone en valor desde la propia asociación Zenobia y la casa-museo del poeta.
El programa de actividades continuó con la presentación del Cuaderno Juanramoniano nº 7 “Juan Ramón Jiménez y la escuela de las Hermanas Cossettini”, un trabajo de Maria Silvia Serra y Javiera Díaz que nos acerca a esta singular experiencia de escuela activa que se desarrolló en la región pampeana argentina, y que visitó personalmente el matrimonio Jiménez en agosto de 1948 quedando ambos fascinados con la experiencia.
El director de la Fundación, Antonio Ramírez presidió junto a Cuéllar la presentación de este trabajo en el que los autores abordan este singular encuentro desde una perspectiva que combina miradas pedagógicas, políticas y estéticas, recopiladas a través del estudio de los cuadernos escolares del alumnado y de los diarios de sus maestras, así como de documentos de prensa y correspondencia del archivo pedagógico de este proyecto educativo que desarrollaron entre 1935 y 1950 las hermanas Olga y Leticia Cossettini.
Esta experiencia que tuvo lugar en la ciudad de Rosario supuso toda una innovación para la época, ya que los estudiantes eran considerados el centro del aprendizaje, y en sus aulas reinaban el arte, la música y la creatividad en un contexto donde primaban la serenidad y bienestar, de ahí su nombre de Escuela Serena.
En esta escuela, la alegría y lo espontáneo eran bienvenidos y las aulas se convertían en talleres y laboratorios, abriendo las inquietudes artísticas del alumnado y entablando vínculos con toda la comunidad, un centro formativo al que concurrían los hijos de obreros, pescadores, comerciantes de clase media y también familias acomodadas, en un extraordinario ambiente de complicidad educativa.
La enorme importancia que tuvo para esta Escuela Serena la obra “Platero y Yo” de nuestro Nobel, sobre la que el alumnado rosarino realizó decenas de actividades, entablándose una extraordinaria complicidad entre el simpático borriquillo protagonista y los niños y niñas, inspiraron la visita que el matrimonio Jiménez realizó a esta experiencia pedagógica, sin duda una de las más singulares e integradoras de la historia.