22 noviembre 2024

Pájaros

Bernardo Romero

[Bernardo Romero].

El verdón, que uno juraría que abunda más en la ciudad ahora que hace treinta años, se pasa casi todo el día cantando si la contaminación acústica alcanza los 70 decibelios. A partir de ahí, cuando los ruidos son más inaguantables, se acojona y deja de cantar. Vigila entonces, aguardando el final de su minúsculo apocalípsis. Observa y calla. Los ciudadanos, en cambio, ni miramos ni protestamos, y por supuesto tampoco cantamos, que queda feo, simplemente seguimos aguantando. No queda otra.
En todo caso los pajaritos no van a dar mucho la lata en una ciudad como Huelva, donde la contaminación acústica, digan los mapas acústicos lo que digan, supera esos 70 decibelios sobradamente. Sin contar el coche discoteca, el imbécil del amoto, el de la obra, el del butano que ahora avisa su llegada al barrio con el Para Elisa o el tío que avisa de que acaba de llegar a su ciudad el tapicero. Noticia muy importante, sin duda, jodida, pero importante.
El Ayuntamiento también opta por callar. Y por otorgar. Las reclamaciones que usted quiera enviar al área correspondiente, las reciclan para ahorrar dinero, que los tiempos andan viniendo muy malos y el papel higiénico sube como el ipecé. Así que usted haga como el Excelentísimo Ayuntamiento de la capital, calle y otorgue. Ni se le ocurra hacer lo que el verdón, pues por mucho que vigile, los ruidos continuarán, ad infinitum y ad nauseam. Ciudad.
El Ayuntamiento calla y sigue con su eficaz plan de belleza en siete días, por mucho que tenga todavía tiempo por delante, que no hace falta ojear sondeo alguno para saber que los socialistas aquí están ya lo suficientemente calados como para que tengan que estar más tiempo en la oposición que Colón en la Puntalsebo. Y hablando del Almirante de la Mar Océana, el otro día me pasé por la plaza de las Monjas para ver la estatua nueva. Bien, el hombre ahí, señalando una de las zonas con mejores bares de tapas de la ciudad. Bien, Cristóbal, bien, sigue así. Detrás del Almirante, un bar con un generador. Ruídos. Deporte local. Creíamos que el deporte más practicado en Huelva, como en todos lados era el fútbol, pero no. Hacer ruido y pocas nueces, como los chavales que juegan al coma etílico los viernes por la noche junto a un capó abierto del que asoman potentes altavoces. Ruídos y pocas nueces.
Ya que estaba, por Huelva, por Huelva de excursión quiero decir, me encajé en la plaza del Punto, donde el alcalde inauguró hace poco otro monumento mariano. En efecto, allí estaba la Santísima Virgen del Rocío acompañada por una serie de curiosos personajes que la llevan en andas. Todos retratados allí. Muy bien, alcalde, muy bien. Sigue así. Sigue así, pero que tus sucesores tengan en cuenta que los socialistas no van a estar toda la vida con gente tan mediocre en su ejecutiva y en sus listas, que a lo mejor esto, a la vuelta de los años y de los palos, cambia. Cambia y el partido socialista vuelve a ser lo que fue.
Aunque de momento el alcalde puede estar tranquilo, faltan muchos años, lustros, para que un partido esclerótico de tanto poder, pueda abrir un poco las ventanas para que entre aire fresco. De momento, puede seguir ahorrando papel higiénico y manteniendo a raya al verdón, que a partir de los setenta decibelios, calla. Vigila y calla.

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