La Hermandad del Santo Entierro puede añadir a partir de ahora a sus muchos títulos el de la fidelidad de su pueblo, al comprobar la corporación servita la respuesta del público a la procesión extraordinaria de María Santísima de los Dolores con motivo de su LXXV aniversario y que ha llevado a esta venerada talla por calles que antes nunca había visitado. El magnetismo de la imagen de la dolorosa fue capaz de convertir un sábado, 29 de septiembre, en una tarde de Viernes Santo.
Tras la celebración del tercer día de triduo se abrieron las puertas de la iglesia parroquial, reflejándose en el interior del templo los primeros instantes de la noche. Avanzaba la Virgen por el pasillo central de la parroquia hasta alcanzar la puerta. Comenzaba el delirio en la calle. Fue más que un Viernes Santo.
La Banda Municipal de Música de Gerena escogió para el inicio de la procesión dos marchas dedicadas a la dolorosa palmerina y que se estrenaban en ese instante: ‘Dolores’ y ‘Madre Eterna’. Ambas volverían a sonar en la recogida, pasada la una y media de la madrugada.
Acostumbrados a los sones fúnebres de la estación de penitencia, esta vez, detrás de la Virgen se escucharon marchas de carácter más alegre, como merecía esta conmemoración. De esta manera la Virgen de los Dolores se vestía con aires de gloria, con muchas novedades respecto a su salida procesional del Viernes Santo: el techo del palio, en cuyo centro se pudo contemplar un rompimiento de gloria; nuevo juego de cuatro violeteros o una cruz-relicario donada por las Hermanas de la Cruz de La Palma.
Igualmente estrenaba el bordado del faldón frontal del paso; la Virgen lucía además un encaje, del siglo XVIII, y una saya bordada del siglo XIX atribuida a las hermanas Antúnez o una nueva toca de sobremanto. Completaban el capítulo de estrenos una flor de pasión en plata de ley, una borla de oro; un rosario con cuentas de nácar; y una cruz pectoral datada en el siglo XIX, además de los obsequios que recibió días antes de las hermandades palmerinas. El paso iba adornado con nardos, rosas y orquídeas.
La Cruz de Guía abría la procesión a la que seguían muchísimas mujeres vestidas de mantilla, el Cuerpo de la Policía Local de La Palma y los componentes de la directiva de esta hermandad encabezado por su hermano mayor, Juan Jesús Ramos Lagares.
Momento emotivo, sin duda, fue la visita al Convento de las Hermanas de la Cruz. Allí, las monjas de esta congregación cantaron a la Virgen la Salve de los Dolores de La Palma. En este tramo del recorrido comenzaron a caer unas tímidas gotas de lluvia que causaron cierta preocupación pero la Virgen continuó su camino parándose a saludar a la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de La Palma que presidía el Simpecado de Camino. La dolorosa fue obsequiada con un ramo de flores al igual que lo hicieran otras corporaciones palmerinas y particulares durante todo su recorrido.
La Virgen de los Dolores era portada en esos instantes por antiguos costaleros. A su llegada al edificio de La Cigüeña comenzó a llover con mayor intensidad, pero el agua se tornó en lluvia de pétalos de flores. Fueron instantes de incertidumbre en donde la hermandad adoptó la decisión de aligerar el paso de la Virgen, cogiendo por Santa Ángela de la Cruz para tomar una decisión definitiva al llegar a la Pescadería: seguir con la procesión o regresar al templo parroquial. Afortunadamente el tiempo mejoró y la procesión siguió su recorrido previsto.
En la calle Cabo le esperaba parte de la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Santa Cruz de la Calle Cabo con su presidente a la cabeza, Jacobo Carmelo Martín. A las puertas de la capilla de la Santa Cruz se vivieron momentos de gozo. La Virgen de los Dolores se volvió hacia la Santa Cruz y su despedida coincidió con una gran petalada, lluvia de pétalos que se volvería a repetir en domicilios particulares de la calle San Roque.
A la altura de la Cruz San Roque le esperaba la Junta de la Hermandad de la Santa Cruz de la Calle Sevilla, presidida por Antonio Pino y que acompañaría a la Virgen hasta llegar a la capilla de la Santa Cruz. En la puerta, y con la Virgen mirando hacia la Santa Cruz se cantó la Salve. Del campanario de la capilla surgieron pétalos rojos para la dolorosa en señal de gratitud por esta visita tan especial y extraordinaria.
Otro de los momentos intensos de la noche fue el regalo ofrecido a la Virgen por su cuadrilla de costaleros: un azulejo situado en la fachada de la Iglesia Parroquial que linda con la capilla de los titulares del Santo Entierro. Fue el hermano mayor de la hermandad servita quien desveló el azulejo con la imagen de María Santísima de los Dolores.
Justo después, a su paso por el edificio del antiguo ayuntamiento y ahora sede de la Policía Local, formados, le esperaban miembros de este Cuerpo Policial ya que la Virgen de los Dolores es su Patrona y Protectora. Todos los presentes entonaron en ese momento la Salve a los sones de la Banda de Gerena. Marcha tras marcha la Virgen recorrió un itinerario que le permitió encontrarse, de forma multitudinaria y a la vez íntima, con su ciudad.