Anda que los políticos que ponían el aeropuerto de Ciudad Real, llamado don Quijote, como ejemplo de lo que había que hacer en Huelva, estarán o deberían de estar escondidos debajo de la cama por lo menos hasta que amaine el temporal.
Todavía no ha empezado a arreciar siquier. De momento semejante quijotada la pretenden vender por cien millones de euros, cuando el coste total de semejante fantasmada aeroportuaria andaba por los quinientos millones de euros. Total, que andan ahí con voz lastimera a ver si alguna empresa extranjera se hace con ese lujo que afirmaban iba a mover, según los estudios de mercado que hicieron los lumbreras ciudarealeños, dos millones y medio de pasajeros al año. Pero el caso es que, pasados los años, por allí no ha aterrizado ni un puñetero avioncillo de papel.
Con estos datos en la mano, con esta y otras realidades por el estilo: Murcia, Huesca, Castellón… se supone que los promotores que querían construir el aeropuerto Cristóbal Colón, andarán escondiéndose tal como antes se dejaban ver, sacando pecho con la fenomenal idea de trabajar por el desarrollo y el progreso de Huelva dilapidando los dineros públicos en fantasmadas como esta del aeropuerto que debería haber llevado el nombre del Almirante de la Mar Océana por delante y las pérdidas económicas por detrás, aunque eso, claro está, a ellos les traía al fresco. Qué más dará tirar dinero si mío no es, le dirían a su almohada en el silencio de la noche, qué más dará tirar dinero si me van a votar como locos cuando ande yo cortando la cinta con los colores de Huelva y las cámaras me filmen diciendo “queda inaugurada semejante gilipollez”. Y todo el mundo aplaudiendo, para colmo. Porque si no es por la crisis, si no es porque no había un duro para tirar alegremente en un desierto aeroportuario, estos nos construyen unas pistas y una torre de control, arrumban allí dos avionetas de las de fumigar y nos convencen luego de que han contribuido al desarrollo y al progreso de una provincia que, gracias a esta caterva de lumbreras, iba a tener con absoluta certeza, un aeropuerto colombino con menos marcha que la procesión del Silencio.
De todos modos, el negociete sigue siendo la mar de rentable y no tengan ustedes la más mínima duda de que cuando deje de caer la que está cayendo, la clase política que clamaba por un aeropuerto, volverá a las andadas, que tomarán el dinero público y lo tirarán en semejante inutilidad, y sepan que con la misma seguridad les puedo decir que seguiremos incomunicados con el resto de España gracias al último tramo de la Ruta de la Plata no finalizado, el de Huelva, que seguiremos incomunicados con Cádiz por mucho que los patos de Doñana sigan diciendo los pobres oiga usted a mí no me mire que yo no tengo nada que ver con todo esto, y que seguiremos con una variante que nos lleve no sólo al aeropuerto de Jerez, que se pondría a tiro de piedra, sino al de San Pablo o al de Faro, que ahora encima le han ido a poner, mire usted por dónde, un peaje de aquí te espero, la gallinita y el gallinero.
Tres aeropuertos a la distancia adecuada, ni una sola molestia y ni una sola ruina económica que sostener –en Andalucía sólo es rentable el aeropuerto de Málaga-, pero nuestra clase política, en cuanto salgamos de esta, volverá a las andadas y al negociete este de construir un aeropuerto con dinero público y beneficios privados. Qué listos que son todos y que enteraos que somos los demás. Ay, Señor, Señor, ponnos buenos a todos y líbranos del aeropuerto ese, amén.
1 comentario en «EL DUENDE.
Avioncillos de papel.
[Bernardo Romero]»
Parece que está de moda demonizar la construcción de nuevos aeropuertos. Sin embargo, son infraestructuras totalmente necesarias para el desarrollo de las regiones.
El problema fue la estafa a los ciudadanos con dinero público. Cualquier carretera, puerto, polideportivo, parque, etc. son excusas para trincar dinero público y repartir a espuertas.
Parte del problema es la poca o ninguna cultura aeronáutica que tenemos los españoles. EL catetismo nacional de toda la vida.
Señores, un aeropuerto son dos o tres kilómetros de asfalto, más grueso que el de una careetera, digamos el doble.
Una pintura.
Una manga de viento, único requisito para poder ser aeródromo.
Y unas instalaciones fijas para atender pasajeros y/o carga. Con esto último se considera Aeropuerto.
O lo que es lo mismo: 3 kilómetros de asfalto y un edificio para oficinas. Un parking para aviones y otro para coches. Con cinco millones de Euros sobra para tener una puerta abierta a todo el mundo.
Y por supuesto, la oferta para los aficionados a la aviación deportiva. La posibilidad de pilotar avionetas o Ultra Ligeros. DE realizar actividades como el paracaidismo. Abrir talleres de aviación, escuelas, aeroclubs.
Los aviones pueden ser de papel, pero a muchos nos llenan el corazón.