Un niño de tan solo siete años, bien aconsejado por su familia, ha demostrado que la honestidad es el trofeo más preciado que uno pueda llegar a lograr en esta vida y que su valor es infinitamente más grande que cualquier otro trofeo en forma de copa o medalla. El niño se llama Yago Horno y a sus siete años ha dado una gran lección a todos aquellos que utilizan en el deporte y en la vida la trampa como forma de conducirse.

La historia es tan sencilla como emotiva. El pasado fin de semana Yago, aficionado al golf como buena parte de su familia (su padre es Kotska Horno, presidente de la Asociación Provincial de Campos de Golf), participó en un torneo que tenía lugar en Isla Canela (Ayamonte) y recibió el trofeo de segundo clasificado. Fue en casa, repasando en las distintas puntuaciones en los hoyos para ver dónde había fallado y dónde no, cuando se dio cuenta de que había cometido un tremendo error: en el último hoyo, en vez de anotar los cinco golpes que había dado se había anotado uno menos.

Lejos de tapar el error, Yago aceptó de buen grado la opinión del resto de su familia y escribió de puño y letra una carta a la federación en la que explicaba su error y que, por tanto, debía ser descalificado para que el trofeo fuera para otro competidor.

Yago ha perdido un trofeo en su vitrina, pero ha ganado otro que podrá mostrar orgulloso durante toda su vida: el de ser una persona honrada, algo que visto cualquier informativo no abunda en un país donde hacer trampa y engañar es de lo más común.