18 noviembre 2024

EL ESTERO.
Cotilleando.
[ J. J. Conde]

Jesús Conde RepisoCotillear por entre las portadas de los distintos diarios, sea en los de papel o en digital, tiene su punto, qué duda cabe. Uno deposita la vista en cualquiera de ellas, y al instante ya está despotricando sobre cualquier asunto que venga bien destacado en las mismas y, sin cortarse un pelo, ofreciendo la versión que a mí siempre más me gustó: la callejera. Porque en esta conversación casi íntima, ya lo de menos es la visión del profesional o la agencia que ofreció el dato o el titular; aquí lo que verdaderamente importa es lo que te sale desde los adentros, en el justo momento en que le echas el vistazo a lo que se destaca con letras enormes y en negrita.

Te paras, por ejemplo, en esto: la presidenta de la Junta de Andalucía, en su reciente visita a las instalaciones de la empresa Sánchez Romero Carvajal en Jabugo (Huelva) mostró su alegría porque la subida del salario mínimo interprofesional en un 8%, para 2017, “socialmente es lo que más va a notar la gente de manera inmediata”. ¿De verdad, señora? Yo no me explico, tío. Pues, a ver cómo le cuenta usted a la Vero, a la Rocío y al Jonny, obreros donde los haya y explotaos hasta los huesos, que en el año entrante van a vivir mejor que ahora con ese “logro extraordinario” de 52 euros de subida. Pero bueno, un servidor a lo mío, que no tardará en que a estos señoritos de nuevo cuño, y que se denominan socialistas, les pese como una losa el haber facilitado sin rubor alguno la investidura de un presidente cuya gobernanza será la de un encubierto “más de lo mismo”, pero a peor.

Te detienes en lo siguiente: “Rajoy sólo aceptaría cambios “muy concretos” en la Constitución” ¡Venga ya, hombre! Hay una cosa que se llama “espíritu de la letra” y que no es sino el as que conservan en la manga quienes no se atreven a dar el paso, quienes rezongan a diario desde sus cavernas la hecatombe que supondría la reforma de la Constitución. ¡Menos teoría y más práctica, que es lo que quiere el pueblo! Que como proclama un filósofo español: “En el terreno moral y político, hay distancia entre lo que nos pide la norma y nuestra acción”. En este caso, está claro que determinados artículos de nuestra Constitución ya no son lo que eran, o sencillamente se les ha puesto a rodar dependiendo de la coyuntura económico-social del momento y de quienes en esos períodos o en otros han venido gobernando más en consonancia con sus propios intereses que en el interés de la mayoría de los ciudadanos.

Vas “bicheando”, por aquí y por allá, y te encuentras con una bofetada en pleno rostro: “España es el segundo país europeo con más niños viviendo bajo el umbral de la pobreza. El 29,6% de menores necesitados está lejos de la media europea, ubicada en un 21,1% según Save the Children”. Y abunda el director general de esta organización, Andrés Conde: “Para acabar con la pobreza infantil hay que tener voluntad política e inversión. Estas decisiones están al alcance de todos los estados, tanto los ricos como los más pobres”. Y sigues hallando frases de mayor o menor categoría: “Feijóo se sube el sueldo un 7,5% para 2017. Así figura en el proyecto de presupuestos que el titular de Hacienda, Valeriano Martínez, ha entregado este sábado en el Parlamento de Galicia. Los conselleiros que integran su Gobierno también incrementarán en un 7% sus nóminas: el coste total del Ejecutivo autonómico superará los 700 mil euros”.

En fin, estimados lectores. Que se podría llenar un armario con el montón de titulares que en el día a día nos ofrece la prensa y que, a mí en particular, me gusta desgranar como me da la gana. Yo diría que es un buen ejercicio para volver a encontrar el equilibrio que, en mi caso y lo confieso, perdí hace tiempo. La soltura, ironizar acerca de lo que nos rodea… Y es que cuando la ilusión te abandona, se pierde la frescura. Y cuando la frescura te dice adiós, sobre lo único que cabalgas es la desesperación. Así que, me van a perdonar pero me propuse hoy volver a hilar palabras con este pequeño ensayo, y a imagen y semejanza de mi vecina del cuarto comencé por murmurar de todo lo que veía, a destajo, sin contemplaciones… cotilleando.

 

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