(Texto: Federico Soubrier) He conocido personas pesimistas y la realidad es que desprenden un halo gris que, en principio, te repele.
Las personas optimistas, por muchas razones, te atraen; consideremos simplemente la evidencia de que están más contentas y eso afortunadamente se contagia, terminan transmitiéndote su sensación de alegría.
Cierto es que si a un optimista le supera la ilusión a la razón puede quedar arruinado por cualquier tipo de inversión económica o destrozado por alguna relación personal inadecuada a su perfil. Sencillamente porque está convencido de que todo termina siempre bien y la realidad dista mucho de esa lógica.
No creo para nada en la historia de la botella medio llena o medio vacía, pienso que en este caso influye más la necesidad de beber o simplemente la sed, pero indudablemente tan solo el poseer el recipiente cuando esté liquidada puede tener una cantidad de utilidades como para que el optimista le saque partido.
La coyuntura que nos envuelve hace que no puedas ser optimista con la política, la sanidad, la cultura, la economía e incluso la sociedad en sí, indudablemente menos con la religión, pero por supuesto permite que lo puedas llevar a cabo amenizando, suavizando o facilitando el resto de tu vida.
Resulta curiosa la reacción de las personas ante un accidente en el que salvas la vida, pero pierdes la casa o el coche; lo primero es la alegría de haber salido ileso, y lo segundo, mantener esa visión o el cabreo por haber perdido pertenencias o bienes materiales.
El optimista es el que cuando mira las dos páginas plagadas de números premiados en la lotería de Navidad, después de sorprenderse de que no esté allí el suyo comenta aquello de lo importante es la salud, la tenga o no, mientras el pesimista piensa que el año que viene no compra, que ha jugado demasiado, pero menuda putada si les tocase a los del trabajo.
En resumen, que al igual que está demostrado matemáticamente que si lanzas una moneda al aire no existe el cincuenta por ciento de posibilidades de que salga cara o cruz, siempre saldrá más la primera por cuestión de peso, lo está que en condiciones normales la vida del optimista es más placentera y longeva.
Procuraremos intentar sonreír un poco más, aunque solo sea por hacer algo poco más felices a los que nos rodean, que no es una banalidad, ya tenemos mucha gente trabajando todo el día para joderlas y jodernos vida.