(Firma: Carmen Ramos) Hay personas de las que no recuerdas cuánto hace que las conoces, son personas que llevan toda la vida acompañándote y con las que has compartido más bautizos, bodas y comuniones que con tu familia. Pero también existen esas otras amistades de las que recuerdas el día y la hora en que os conocisteis, recuerdas hasta que ropa llevabais puesta, de qué hablasteis ese día y cómo os despedisteis. En ambos casos pasa algo maravilloso y es que, por mucho tiempo que pase sin que os veáis, la conversación sigue en el mismo lugar donde la dejasteis. Y además son conversaciones donde los silencios no tienen cabida: queréis hablar de todo, hay tanto por contar: de los libros, de las noticias, de la familia, de las anécdotas, de los amigos comunes.
Algunos de mis amigos han pasado temporadas fuera de España, por estudios o por trabajo o por cambiar de aires. Todos cuentan historias de aquellos primeros días torpes en otro país, con otra lengua, en otra cultura. Todos cuentan como conseguían enmascarar en la maleta pequeños paquetitos de jamón. Tuve amigos en el extranjero cuando no existía Skype, pero qué ilusión cuando te llegaba – con semanas de retraso – una postal sobada y con letra presurosa con tu dirección en la parte derecha. Guardo aún algunas de aquellas postales y el telegrama que mi amigo Juan Antonio, entonces residente en Vancouver y ahora en Londres, me envió cuando supo del fallecimiento de mi padre. Un amigo en el extranjero está allí, pero te lleva aquí, en el centro del pecho, como una pequeña brújula que siempre señala a casa. “Where is my home?” se pregunta con voz levemente rasgada, casi llorosa, Nina de Juan, vocalista de Morgan.
Recuerdo la llegada de Gloria de la Torre a mi vida, ella de rojo y yo de negro, como burlándonos de Sthendal. Recuerdo cada una de las risas que nos hemos echado juntas. Recuerdo el momento de su partida, justo días después de presentar su primer libro “Tickets” y de nuevo ella de rojo y yo de negro. Meses después, en nuestras conversaciones apresuradas en las redes sociales, siempre le preguntaba si estaba escribiendo algo y me titubeaba y yo comprendía que la literatura había pasado a un segundo plano, porque lo primero era sobrevivir, saber que has llegado al cero, porque a veces el cero es “mucho más de lo que tenemos en casa”.
Y sí, luego Gloria comenzó a escribir y de aquellos días son estas “Memorias de una housekeeper” que comienzan con una confesión que te deja helada: “He cambiado las teclas por unos guantes de goma”, porque la autora pasó de la redacción de un periódico a limpiar habitaciones de hotel. Ni siquiera a limpiar su hogar, sino el efímero hogar de otros que tan certeramente retrata en el poema “Stay over”. Y rezaba para no descubrir “la maldita mancha sobre la cama hecha”, para cumplir el target, para ser una buena y obediente housekeeper. Hay un momento que la prisa de sus días se refleja en sus palabras, en el ritmo de sus poemas y no puedes parar de leer y la acompañas corriendo y medio entendiendo y añorando. Pero hay otros poemas donde todo es pausa: el conjunto de poemas que recuerdan a su amiga Anna, los poemas para su “Hombre Águila”, los poemas en los que le cuenta sus cosas a su padre o esa colección de pequeños versos que ella ha titulado “Pájara”, y que me llevan sin remedio a una tarde en la Plaza Nueva y a un poema que se llama “Pelícano” y a los ojos inundados de Gloria Gamito, su madre. Hay poemas en este libro con los que no puedo evitar sonreír, porque en ellos reconozco la carcajada de palo cortado de mi amiga Gloria, que tiene “un pie en Bread Street, otro en la calle Feria” y por eso en los títulos de sus poemas van alternándose el inglés y el castellano.
Lo que más me gusta de estas memorias es que la autora no se dibuja a sí misma como una heroína o una superviviente, ni tan siquiera pretende ser ejemplo para nadie. Recuerda en su poema “Viaje con nosotros” que no está sola que “somos tantos, andar por la calle es escucharnos”. Este poemario tiene más bien sabor a pequeña derrota y complementa mi lectura de “Los hijos de los hijos de la ira” de Ben Clark, y Gloria lo resume en estos versos:
Somos los hijos de la abundancia,
los nietos
de los niños de la guerra,
herederos legítimos
de la supervivencia.
Somos a los que nos dijeron
aquello de
si estudias,
todo irá bien.
“Memorias de una housekeeper”, de Gloria de la Torre está publicado por “Maclein y Parker”.