(Firma: Federico Soubrier) La muerte, en cualquier caso, es un mal trance. Si a ello se le suma una prolongación en el tiempo agraviada por el sufrimiento físico y por supuesto psíquico, se convierte en un tormento. Si a alguien que voluntariamente quiere y puede escapar de esto se le impide, estaríamos hablando de cierta forma de tortura.
Está claro que salvo que seas un anacoreta y vivas en la montaña, al residir en sociedad tienes que acatar una serie de normas que derivan en tus derechos y tus obligaciones, pero de ninguna manera, nadie, ni de forma individual ni en grupo, debiera ser tan osado como para querer imponerte la forma de morir.
Por supuesto, vengo a referirme a que hay quien se atreve a decir que debes sufrir y soportar todo el dolor que te pueda ocasionar una enfermedad, a pesar de que este padecimiento se pueda prorrogar en el tiempo de una forma indefinida.
Quedan afortunadamente bastante lejos los tiempos en que, al amparo de la cruz tanto en colonizaciones como en cruzadas o santas inquisiciones, se hacía y deshacía cometiendo verdaderos horrores impunemente. Hoy por hoy, manque haya a quien le pese, estamos en un estado aconfesional en el que debiera primar la razón.
Por supuesto, la eutanasia es una cuestión optativa y nadie que no la acepte se verá jamás, de ninguna manera, afectada por ella. Evidentemente, siempre deberá atenerse a una serie de normas y circunstancias determinadas y supervisadas por profesionales, legisladas consecuentemente. El texto de la propuesta de ley aprobado por el Congreso concreta: «Toda persona mayor de edad y en plena capacidad de obrar informada y que se encuentre en los supuestos de enfermedad grave e incurable o de enfermedad grave, crónica e invalidante causantes de un sufrimiento físico o psíquico intolerables».
Este asunto me recuerda cuando en España no se podía abortar por imposición de las gentes de bien, que eran las que mandaban a sus niñas al extranjero a ser asistidas cuando los embarazos no eran convenientes. De momento la eutanasia está legalizada en Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá y Colombia y el sistema sigue siendo el mismo, esperemos pronto se legalice también en España la posibilidad de una muerte digna sin sufrimientos innecesarios y que el dinero no siga primando hasta en momentos tan delicados.
Al menos en mi caso, cuando llegue la hora, me gustaría despedirme a la mayor brevedad.