(Firma: Joaquín Cabanillas Serrano) La ultraderecha (la oficial y la blanqueada) es un virus, una pandemia sin vacuna a la que solo se puede hacer frente con el antídoto de la razón. Más que nunca, es un virus. Que se contagia a base de mentiras y confrontación. Que no se arruga ante ningún ataque. Que disfruta de la transmisión vírica de sus mezquindades.
Es un virus que se alimenta del odio. La paz nunca le gustó, ¿para qué? Que se ceba con la repetición de falsedades hasta que se convierten en verdades en las cabezas de los infectados. Que paladea el enfrentamiento, la agresividad y la división.
Es un virus maligno que nada a gusto en las tragedias, en el darwinismo social llevado al extremo, en el sálvese quien pueda, en la falta de respeto… Una enfermedad traicionera que se ceba con el más débil y salpica y salpica y salpica hasta que los débiles se creen fuertes y protegidos para convertirse en su mayor panda de escuderos.
Es una pandemia que se nutre de la contradicción. Pero, ¿qué más da? ¿Alguien va analizar acaso que la unidad con la que se llena la boca para escupirnos a todos no es más que una simpleza con la que dar paso a sus continuos intentos por crear separación?
Carroñero, se llena el estómago con el miedo. Si no existe, lo crean. Y si existe, como ahora, lo recrean, lo adoran, lo adornan, lo comparten, lo contagian sin pudor. El miedo siempre fue su gran arma, ¿y qué mejor momento que ahora para dispararla estando seguros como están de que algún resultado tendrá su caza?
La ultraderecha es un virus que se expande en los momentos tensos. Los problemas graves, ¡qué poco problema le crea a esta pandemia! Porque ella está feliz echando gasolina al fuego, y consciente de que, como buen virus, no puede aportar soluciones, se expande en la búsqueda de culpables.
La ultraderecha vive un momento feliz. Como tantos otros en los que infectaron e infestaron la historia aprovechando una crisis colectiva. Ojalá que ahora el antídoto de la razón vaya poniendo freno a esta pandemia y que deje los menos contagiados posibles. Vaya a ser que cuando volvamos a las calles este virus haya seguido ganando terreno en su continuo fin de enfermar a la sociedad para dominarla.