(Firma: Federico Soubrier) Personalmente pienso que la cuestión de la desescalada va a ser un desastre que terminará con repuntes y volver a empezar.
Por supuesto que las presiones a las que está sometido el gobierno por patronales, empleados, autónomos y como exclusiva mundial por la oposición ante una debacle económica hacen casi obligatoria la toma de nuevas medidas, pero aquí no se ha tenido en cuenta una cosa fundamental “contar con los bueyes que aras”.
Y los españoles somos muy brutos, “o Don Juan o Juanillo”, no tenemos términos medios. Si bien es cierto que buena parte de la población ha cumplido estrictamente el confinamiento, no tenemos que olvidar que a fecha 13 de abril se comunicaba por parte del Ministro de Interior la existencia de 650.000 denuncias por infracciones en ese sentido, siendo imposible detectar cuestiones tales como que te bajases a tomar chatos con los vecinos del cuarto y otras anomalías por el estilo, de esas que aquí hacen gracia, algo así como el “colarse sin pagar”.
Se han abierto los toriles y hemos salido como una manada de locos desbocados incumpliendo con franjas horarias, distancias, grupos y medios de protección. Esto parece un carnaval en el que celebra que el “bicho” ha muerto y nada más lejos de la realidad.
Tampoco se ha tenido en cuenta, a mi entender, que nuestro país es bastante putañero, con eso quiero decir que diariamente se mueven cincuenta millones de euros en ese sector, y se calcula que ejercen su labor una 100.000 prostitutas actualmente, profesión tan respetable o más que cualquier otra, pero que no dejan de ser un grupo especialmente vulnerable y muy preocupante debido a la ineficacia de las medidas de protección y distanciamiento durante el ejercicio de cualquier tipo de actividad sexual. Valga de ejemplo el repunte sufrido en Seúl causado por un hombre que visitó cinco clubes de alterne en una misma noche.
Es imposible pretender controlar, por falta de efectivos y medios de seguridad, el movimiento alocado de un país reconocido en el exterior por la folclórica y el toro, que por algo será, al que se le abre la jaula y a volar, bueno mejor dicho media jaula, ya que faltan Madrid, Barcelona y algunas que otras más. No podemos obviar que a las 00:01 del cambio de fase ya estaban algunos bares a rebosar, cuestión que da que pensar.
Esto viene a ser como un incendio en el que en vez de ayudar a los bomberos a apagarlo trayendo cubos de agua o al menos manteniéndonos al margen, nos dedicamos a criticar su protocolo de actuación, los culpamos de los posibles fallecidos, echamos cerillas, material combustible y hasta nos atrevemos a saltar sobre la lumbre.
Se nos pasa que veintisiete mil fallecidos no es solo un número, son vidas que se han ido, sueños que se han roto, familias hundidas y además de otras muchas cosas, probablemente muchas personas a las que, como tal vez nos suceda a nosotros, no se les pasó realmente por la cabeza que a ellas también se las podía llevar el coronavirus.
Ojalá me equivoque y lleguemos incluso a tener inmunidad de rebaño, de momento lo que está claro es que la manada se ha desperdigado y lamentablemente parte de ella campa a sus anchas poniendo en peligro a cualquier individuo que se cruce en su camino.