(Firma: Emilio Marín) A la velocidad que va el desconfinamiento, cualquier juicio, opinión o argumento pueden quedar fuera de lugar. El paro, la grave situación económica y la necesidad de potenciar la sanidad pública mediante un pacto de estado, se han convertido en eje de conversación, estudio y exigencia social. Ahora que parece que la intensidad del coronavirus desciende, la situación preocupante del paro y la pobreza cobran relieve porque es visible y a todos nos llega: familia, vecinos, compañeros de trabajo… En este punto, el debate de si debe primar la salud de las personas sobre la recuperación del tejido empresarial o viceversa. Se nos antoja que la realidad lo ha desbordado.
Las estériles batallas partidistas no nos dejan ver el bosque y hacen que los ciudadanos asistan con perplejidad a una pérdida de tiempo, que es necesario para la reconstrucción del tejido productivo. El otro día me apuntaba un amigo, “hay que ponerse en la piel de los que han perdido el trabajo, de aquellas pymes y autónomos, que no saben si podrán abrir o no. Todo ello con la perspectiva de un veraneo ‘sui generis’”.
Dado que la aguja del tiempo es inexorable, el presente nos dice que debemos avanzar en mantener de un lado, la vigilancia de la salud ante el enemigo. De otro, no esperar más en relanzar la economía con un paquete de inversiones del Estado y las que vengan de la Unión Europea. De esta forma, se le daría un oxigeno muy necesario a las empresas. La responsabilidad es de todos, no obstante como dice el filósofo Emilio Lledó: “Debemos estar alerta para que nadie se aproveche de lo vírico para seguir manteniéndonos en la oscuridad y extender más la indecencia”.
Lo peor que nos podría pasar al término de esta pandemia es que salgamos desunidos y enfrentados. Eso tenemos que evitarlo.