Aún recuerdo antes de la pandemia, escuchar y ver a Dani Franco en su estudio leer poemas de García Montero y a continuación ponerse ante el lienzo y hacer interpretaciones abstractas llenas de poesía. El cromatismo más vivo y más imperfecto dando forma a conceptos nuevos y en muchas ocasiones, indescifrables para el observador.
Hoy, tres años después, recorriendo las salas Gómez Feu y Lola Martin en el Centro Cultural Casa Grande de Ayamonte, uno se encuentra con una exposición inmensa en cuanto a tamaño y calidad y que pertenece de nuevo al pintor ayamontino Dani Franco. Al polifacético Dani Franco. A la bondad disfrazada de ser humano, Dani Franco.
‘Balada de otoño’ es el título de esta exposición y, quizás, en algún instante, nos recuerda aquella vieja canción de Serrat, pero sin embargo hoy nos hace vivir sensaciones nuevas entremezcladas con el ayer y el hoy. Su definición en el lienzo varía de concepto, y sin miedo a equivocarnos en estos mismos momentos, nos dice cosas completamente nuevas y expresadas con un realismo que no necesita traducción.
Son toda una serie de 33 cuadros ordenados cuidadosamente en cuanto a su trasmisión emocional. Una serie de imágenes que salen de la casa tras la pandemia para lanzar un mensaje de optimismo, de alegría, de satisfacción. Dani, a través del color, de la poética que lleva dentro y de esa musicalidad que en esta ocasión ha impregnado cada una de sus obras, se abre de brazos sin compasión. Ha querido vivir el verano de su infancia y ha corrido por el malecón, se ha zambullido en sus aguas, se ha bañado y luego, ha recorrido sus calles más próximas para dejarse hipnotizar con las música escapando por cada puerta y por cada ventana de la vieja Habana.
Un maravilloso desafío a la luz. Una lucha de contraluces que lo hacen único. Un cara a cara de la luz natural de cada día y de la fogosidad del propio sol. Un concierto de atardeceres sobre cada horizonte distinto, magistral. Como dice el propio autor, “el no tener estímulos luminosos en las calles de la Habana, me lleva a provocar ese colorido del atardecer”. Pero justo al lado, se aprecian semblanzas de la Semana Santa de nuestro Ayamonte. Y vistas cogidas al azar. Y escenas cotidianas sin otra ambición, que homenajearlas. Y “ La Lirio”, ese amor prohibido de ayer convertido en copla. Y juntas, hacen un todo, que sorprende.
Tras aquella pandemia que fue una primavera interrumpida, un verano eterno, Dani Franco ha cargado los pinceles de flamenco, de versos y de quejidos, se ha llenado de figuración, realismo mágico y juego de luces y ha dicho “aquí está mi respuesta a la pandemia”. Y nos deja disfrutar de una muestra que bien vale la pena una visita y una mirada de admiración y respeto. No sé, pintor, poeta o músico. Quizás un mucho de todo.