La semana pasada no fue una semana fácil. O quizás debería decir que no me lo pusieron fácil la semana pasada. Nada grave, pero a veces los espacios seguros no son tan seguros, los lenguajes comunes son usurpados, sobados y regurgitados y la camaradería se confunde con camarilla. Ya os digo, nada que no se solucione recogiendo velas y buscando en los mapas otros rumbos, otras tierras, otras labores. De esto ya sé un rato, porque tengo esa edad en la que ya no es posible doblar el papelito y que cada lado sea exactamente simétrico. Esa edad, esa en la que una empieza a descubrir que era sabia pero que no lo sabía.
En estos días lo que mejor me funciona es buscar antídotos. Aunque el cuerpo me pida quedarme en casa y ver los quinientos documentales que tengo en la lista de deseos de Filmin, yo me echo a la calle. A veces a escuchar a los pájaros, a ver qué se cuentan. Otras veces no salgo, pero saco la pila de revistas y me paso la tarde recortando, encolando, pegando, midiendo figuras, buscando escalas de colores para que el collage me quede resultón. Pero siempre, lo que mejor funcionan son las palabras. No me refiero a escribir, porque esos días los poemas salen totalmente lisiados tras la batalla campal. Esos días, aunque mis neuronas sean incapaces de procesar una oración subordinada, yo cojo un libro (a poder ser papel, pero no le hago ascos a lo digital) y empiezo a leer y una verdad revelada aparece delante de mis ojos. Después de eso, el mundo es otro. Os lo aseguro.
Siempre tengo un libro por empezar a mano. O quizás debería decir que son bastantes los libros que tengo por leer, así que busco en la cesta donde están los pendientes y de pronto ¡Ah, es este!, me digo. Y ya está en mis manos. La semana pasada mi compañero de viaje ha sido “Fricción”, la antología de poemas de Ana Pérez Cañamares que con prólogo de Alberto García – Teresa ha publicado Bartleby Editores. Este libro vino de la mano de Estrella, que desde su atalaya en Librería Saltés, tanto está haciendo por la poesía y la cultura en Huelva.
Hay poetas a las que yo admiro en la distancia y el silencio. Yo, que soy tan poco mitómana, tengo a unas cuantas poetas de cabecera, poetas que me miran a los ojos y me sonríen sin ellas conocerme. Ana Pérez Cañamares es una de ellas, por eso celebré tanto ver su obra antologada. En este libro, que recoge poemas de entre los años 2007 y 2021, la autora nos muestra a una mujer que, nacida a finales del siglo XX, ha visto a estas alturas de su vida caer el mundo y recomponerse más fiero, más inhumano, unas cuantas veces.
Avanzáis y mi conciencia se estira
hasta ser toda campo de batalla.
Dice García – Teresa en su prólogo que la poesía de Ana se articula en torno a dos ejes: las relaciones familiares y una mirada crítica sobre la realidad. Del primero de ellos destaca sobre todo ese hilo invisible que une los poemas que hablan de su madre (una madre que se marchó demasiado pronto y que está en el pan que como) con los poemas que habla de su maternidad y de la relación con su hija y que tienen su epicentro en los maravillosos poemas de “Querida hija imperfecta”:
Hay que decir las palabras:
cruza la calle. Eres libre, hija.
Hay que decirlas con mayúsculas.
En cuanto al segundo de los ejes la autora se muestra implacable. El capitalismo, la precariedad, la violencia contra las mujeres, la desmemoria sobre los vencidos. De todo ello habla en sus poemas con la asombrosa virtud de que no devengan en panfletos. Y, sin embargo, hay poemas de Ana que nos lo tatuaríamos en los brazos. Poética y Política conviven en ella no solo en ese pequeño poema de “Economía de guerra”, sino como un compromiso necesario y vital para todos los que nos llamamos poetas:
tú hablas por la piedra sin lenguaje
tú callas con los árboles sin voz
Mención aparte merecen los poemas de amor (Me tocas como lee / un ciego el Quijote) o los haikus de “Entre paréntesis”, pero en todos se observa el amor de la autora por las palabras, el trabajo artesano de escoger las palabras y que estas sean trama y urdimbre de los poemas. A pesar del abandono paulatino del tono narrativo de sus primeros libros, la poesía de Ana sigue siendo clara y contundente, porque ella escribe palabras como barandillas.
En días como los de la semana pasada, yo tengo la suerte de poder agarrarme a esas barandillas. La lectura me acompaña desde que mi madre y mi padre me regalaran una pizarra y, junto a mi hermana, me enseñaran las primeras letras. Y cuando tras esos días oscuros salgo a la luz, me puedo permitir decir que implanto en mí el imperio de los pájaros.
Fricción (Antología 2007-2021) de Ana Pérez Cañamares está publicado por Bartleby Editores.