Keboute Faty tiene 35 años. Nació al sur de Senegal, llegó a España en 2008 y su travesía vital le llevó en 2014 al municipio de Lepe. Hoy es uno de los casi 30.000 vecinos de esta localidad onubense. Keboute ha vivido durante una década en un asentamiento, mientras trabajaba en labores agrícolas con un contrato legal. Después de diez años durmiendo en una chabola, Keboute es uno de los primeros habitantes de la residencia de trabajadores temporeros que abrió sus puertas el pasado mes de abril, fruto del esfuerzo conjunto de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento lepero.
Junto a Keboute, otros 39 trabajadores temporeros de distintas nacionalidades han encontrado en la residencia de Lepe un techo en el que dormir, lo que les ha permitido dejar atrás los asentamientos donde residían bajo plásticos y cartón. Este centro les ofrece, por una cuota diaria, un espacio donde dormir, baños y una cocina donde poder elaborar sus comidas. En la residencia les ayudan y acompañan para lograr su plena inclusión sociolaboral.
Esta es la premisa principal por la que la Consejería de Inclusión Social, Juventud Familias e Igualdad, que dirige la onubense Loles López, decidió financiar el cien por cien de esta infraestructura única en toda España y con capacidad para “cambiar la vida” de 152 personas. Se trata de un modelo que busca la autonomía de la persona y que, por un precio asequible, les permite vivir dignamente y en condiciones de seguridad y bienestar.
Para Keboute Faty y sus 39 compañeros de residencia, pasar de una chabola a un centro como el de Lepe ha supuesto un antes y un después. Cuando Keboute llegó a Lepe no encontró otra alternativa que la de meterse bajo los plásticos y cartón de un asentamiento.
Keboute arribó en Lepe tras buscarse la vida en Cataluña. Pese a ser un estudiante de Agricultura con experiencia en varias campañas agrícolas, estuvo dos años sin encontrar trabajo en tierras catalanas. “No encontraba nada estable, aunque trabajaba en labores de carga y descarga cuando me llamaban”, cuenta Keboute, quien decidió viajar hasta Lepe cuando un amigo le aseguró que en la localidad onubense había trabajo en la fresa y en la naranja.
Y así fue, pero el primer escollo con el que se topó en Lepe era dónde vivir. A falta de otra alternativa, Keboute decidió ocupar una de las chabolas del asentamiento situado junto al cementerio, hoy día prácticamente erradicado. “Mi mujer no sabía que yo vivía en una chabola, pero yo no le mentía porque nunca me lo preguntó”, explica, al tiempo que pone el acento en que su principal objetivo era mandarle todo el dinero posible.
Desde 2014, Keboute ha viajado a Senegal en contadas ocasiones. Echa tanto de menos a su familia, que su mayor deseo es poder alquilar un piso en Lepe para vivir con su mujer y sus tres hijos de 11, 5 y 2 años. “Es mi sueño”, afirma con ilusión.
Para hacer realidad este anhelo, que Keboute viva ya en la residencia lepera es un gran paso adelante.
Detrás de la inauguración de la residencia, hay un largo camino que no ha estado exento de obstáculos y dificultades. Su construcción estuvo varios años paralizada hasta que la Junta y el Ayuntamiento consiguieron desatascar las obras. De hecho, Keboute fue uno de los migrantes que llegaron a vivir a lo largo de tres años en este edificio en construcción para, al menos, guarecerse del frío en invierno y del calor en verano.
Keboute fue uno de los 60 moradores de este “esqueleto” en obras que dijeron sí a mudarse a unos módulos provisionales mientras duraban los trabajos para culminar la residencia. De esos 60, ya 28 viven en esta infraestructura de titularidad municipal y que gestiona la Fundación Samu.
Keboute comparte habitación con un compatriota senegalés y espera seguir ganándose la vida allá donde le llamen.
“Parecía imposible”
El éxito de esta residencia para trabajadores temporeros se basa en la complicidad Junta-Ayuntamiento y tiene como cimientos el primer plan para erradicar los asentamientos en municipios agrícolas puesto en marcha por la Junta y donde la colaboración entre administraciones es imprescindible para acabar con los campamentos de chabolas.
En Lepe, quien le pone rostro a esta colaboración con la Consejería de Inclusión Social es el primer teniente de alcalde y delegado del Área de Presidencia, Gobierno Interior, Modernización Digital y Comunicación y del Área de Seguridad Ciudadana, Adolfo Verano.
Cuando llegó al Ayuntamiento en 2019 le parecía imposible poder trabajar para dar una alternativa a las cientos de personas que vivían entonces en los asentamientos chabolistas. Así lo reconoce echando la vista atrás. Hoy la realidad ha cambiado de forma significativa y tiene claro que todo lo que ahora se está consiguiendo es “porque se les da prioridad a las personas”. Además, la pandemia originada por la COVID “hizo que nos centrásemos en tareas como garantizar la seguridad de las personas”.
En su día, el gobierno municipal llevó a pleno la necesidad de afrontar la realidad de los asentamientos y contó con el apoyo de todos los grupos con representación en la Corporación. “Había 10 o 12 personas trabajando en este asunto, pero teníamos claro que había que implicar a más gente”, recuerda Verano, antes de explicar que la Junta de Andalucía “nos prestó atención y después otras administraciones se unieron”. Fruto de esta apuesta colectiva, se realizaron labores a pie de chabolas como “la elaboración de un censo real, calle por calle de cada asentamiento, haciendo un diagnóstico veraz de la situación”.
Un esfuerzo colectivo que además está fiscalizado por una figura de la relevancia: el Defensor del Pueblo andaluz. “Situar en la Dirección General de Políticas Migratorias a Jesús Toronjo, un hombre de Lepe que sabe de qué estamos hablando, ha sido clave para dar pasos hacia el reto de erradicar los asentamientos”.
“Que nadie viva en una chabola”
Los resultados son palpables. Si en 2019 había cientos de personas viviendo bajo plásticos junto al cementerio, hoy prácticamente no hay chabolas. Pieza fundamental de este desafío es la participación de la sociedad lepera. En este sentido, Adolfo Verano destaca el papel de las empresas agrícolas y, en especial, su apuesta por contratar en origen y alojar a sus trabajadores en condiciones más que dignas.
Junto al empresariado agrícola, el compromiso del Ayuntamiento de Lepe es primordial a la hora de facilitar que se levanten viviendas rurales en suelo rústico, gracias a “una ordenanza novedosa, que permite que con una declaración responsable la obra se pueda iniciar”.
El fin de los asentamientos es posible. La residencia de trabajadores temporeros es reflejo de este reto que une a la Junta y al ayuntamiento. “Lepe tiene que conseguir que nadie viva en una chabola, trabajamos con esa ilusión y no vamos a parar gasta lograrlo”, concluye Adolfo Verano.