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30 abril 2025
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Equipo de balonmano al que el padre Ángel Escapa, en la izquierda de la imagen, hizo campeón de España en 1972. (Foto: El País)

Los Agustinos indemnizan a dos víctimas de un cura que reside ahora en Huelva

La orden de los Agustinos ha accedido a indemnizar a dos víctimas de abusos por parte de un miembro de esta congregación, el padre Ángel Escapa, según información que publica este sábado el diario El País. Ángel Escapa, que tiene actualmente unos 80 años, se encuentra en Huelva desde el año 2021, donde –dice El País– es «ayudante» de distintas parroquias. Llegó procedente de Alicante, donde dirigió el colegio San Agustín.

El diario Información recoge, también este sábado, la conmoción que la noticia ha provocado en la capital alicantina, donde Ángel Escapa era muy conocido por haber sido director del colegio San Agustín y ser el fundador del equipo de balonmano en 1972, por lo que fue reconocido por el Ayuntamiento alicantino rotulando una calle con su nombre, en el año 2010. Igualmente, recibió en su día una distinción por parte del Comité Olímpico Español por su difusión del balonmano.

Las dos víctimas de abusos por parte del padre Ángel Escapa, que ahora rondan los 60 años, denunciaron los hechos en el año 2022 y han recibido, según el diario Información, una compensación económica, tras el reconocimiento como veraz de sus relatos por parte de los Agustinos, aunque no ha habido juicio por estos casos, ya que el delito habría prescrito.

Según relata el diario Información de Alicante, «en 2021, ‘el cura’ (como se le conoce popularmente en el entorno del colegio) decidió marchase a Huelva, ante la sorpresa de quienes le rodeaban, meses antes de que se oficializaran las acusaciones contra él».

Una de las víctimas ha relatado a El País, en referencia a los abusos, que estos empezaron cuando estaba en Primaria, en los años 70, y siguieron al menos durante cuatro años más. «La indemnización no era una necesidad ni un objetivo para mí. El Padre Ángel era un monstruo, un depredador», ha asegurado. «Los abusos empezaron en la habitación, luego pasaron a un despacho y al vestuario del balonmano. Más adelante, ya usaba cualquier rincón del colegio para arrimarse», incide el denunciante en su relato.

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