En febrero de este año se ha publicado «¡Indignaos!», un librito de 60 páginas escrito por un diplomático de 93 años llamado Stéphane Hessel y que prologa José Luis Sampedro.
«¡Indignaos!» es un grito contra la degenerada trayectoria que la democracia está experimentando al haber culminado el despropósito de que los amos del dinero, los propietarios de los grandes grupos financieros universales, en connivencia con políticos a su servicio sean los que deciden las condiciones de vida (salarios, ocio, derecho al trabajo, subsidios de paro, pensiones, seguros de enfermedad, etc.) de todos nosotros.
Hessel nos recuerda los logros de la segunda mitad del siglo XX en el terreno de los derechos humanos, la implantación de la Seguridad Social y los avances del estado de bienestar, al tiempo que señala los actuales retrocesos: «Un camino que en la primera década de este siglo XXI se está recorriendo a una velocidad alarmante», según Sampedro.
«¡Indignaos!» es más que un grito una convocatoria a la reflexión y a la razón crítica para que luchemos por salvar los avances basados en valores éticos, de justicia y libertad iniciados tras la dolorosa lección de la segunda guerra mundial y que ahora se están prostituyendo, para distinguir entre opinión pública y opinión mediática y para no sucumbir al engaño propagandístico de los que se han apoderado de lo que es de todos.
Ante los dos grandes desafíos a que nos enfrentamos (la sima cada vez más profunda entre los pobres y los ricos y los derechos del hombre y del planeta) los gobiernos solo saben moverse en la dirección que les marcan los muy ricos, los gestores del dinero, a los que sirven de manera obscena y sin coartadas. Del patrimonio de todos, de la riqueza común, gobernantes sin escrúpulos regalan a la Banca miles de millones que no se devuelven, mientras sus beneficios crecen como nunca.
La democracia está pervertida y los gritos de desesperación de millones de desahuciados sociales no reciben de los máximos responsables políticos sino falsas palabras que se dicen con una estulticia que debiera ser penada jurídicamente.
Es absolutamente necesario que se tome conciencia colectiva de la situación y que juntos seamos capaces poner freno a esta cruel locura economista.
«¡Indignaos!» debiera ser no solo un libro de cabecera sino la hoja de ruta imprescindible de cualquier ciudadano mayor de edad y libre.