Hace unos días comentó Griñán en un discurso que quien dice que derecha e izquierda son la misma cosa, es inequívocamente de derechas. Evidentemente un lugar común, un cliché desmentido por la realidad, un desprecio a la inteligencia. Porque el asunto es mucho más grave que esa ideologizada afirmación, ya que si bien es cierto que históricamente derecha e izquierda se han situado en las antípodas, no lo es menos que el socialismo, ejerciendo un pragmatismo salvaje, renunciando a sus señas de identidad, camina hacia la más obscena de las homologaciones con esa derecha que critica. De hecho, en muchos aspectos básicos, ha ido asumiendo posiciones conservadoras hasta el punto de practicar esa política pero, eso sí, sin renunciar a su ya solo teórica denominación. Y, lo que resulta paradójico, intentando acojonar en campaña a sus votantes -desde la atalaya de un neoliberalismo brutal que lidera los mayores recortes de la historia de la democracia- predicando que o los votan a ellos o viene la derecha. Patético.
Por todo ello, el votante fiel de esa izquierda de guardarropía, si analiza la realidad al margen de la niebla mitinera, se encuentra en un dilema, ante un problema con varias soluciones, ninguna de las cuales le resultará completamente aceptable: O no vota o lo hace en blanco –que en buena lógica será la opción más tentadora-, o mueve su voto más a la izquierda (erosionada también ideológicamente) para castigar al partido que ha causado la más traumática decepción desde la restauración de la democracia, o lo migra a la derecha que, en esta comedia del camaleonismo político, le oferta cierta seguridad en la administración de los recursos (lo llevan haciendo milenios) y a fin de cuentas también defiende los derechos sociales, la libertad del individuo, y otros imprescindibles avances democráticos.
De ahí que, a los verdaderos socialistas de este país, escaldados de tanta falacia como practican los conversos liberales del puño y la rosa que se han hecho con el cotarro, les va a quedar mal sabor de boca, hagan lo que hagan. Tanto si se quedan en casa o votan en blanco, si votan a los que desnaturalizaron el socialismo o más a la izquierda o si, cerrando los ojos votan a la derecha. Ya digo, un auténtico dilema.