No se si se dieron cuenta pero la Cultura, así con mayúscula, desde un tiempo a esta parte –prácticamente desde los felices años veinte del pasado siglo- ha sido un cómodo comodín que los políticos de turno han estado utilizando, y utilizan, para completar su estrategia de conseguir que todos sus pupilos, los gobernados, vayan acercándose cada vez más al estado primigenio de ignorancia total.
Y para conseguir sus objetivos, recurren a una estrategia tan antigua como el mundo: la manejan, la nombran, la enaltecen, la pontifican, la subvencionan, la ministerian, la reparten, la usan… en fin, la manipulan con el sano objetivo de manipularnos a nosotros y hacernos más dóciles y manejables, menos problemáticos.
Desde aquella famosa frase atribuida al ministro de cultura y propaganda nazi, Goebbels, (ya saben: «Cuando escucho la palabra Cultura, me echo mano a la pistola») muchas otras han denunciado el uso estupro y viciado que se hace de ella. Sin entrar, claro, en los distintos y trágicos conceptos que cada líder político tiene de tan prostituído término. Casi todos, quizás Malraux se salve, pontificando desde los más oscuros abismos de su propio desconocimiento. Pero eso sí, concediéndoles la cancha oportuna, subvencionándola siempre que cumpla los objetivos marcados.
Una anécdota es ya que la financiación de la cultura en España, por ejemplo, haya caído en más de un cincuenta por ciento y que la mayor parte se destine a personal, o que en la Enseñanza, teórica cuna social de la cultura, los funcionarios estén siendo transformados en administradores de la quiebra del sistema en vez de en trasmisores que inculquen afición, y amor por la belleza, sea expresada en el vehículo que sea. Incluso, algunas voces de sus amos proclaman que ‘de la cultura no se come’, colocándole el marchamo de ‘inútil’ e incluso renunciado a la literatura, de todas las artes la que menos ha evolucionado porque no lo necesitaba.
Inútil, dicen. Y yo pregunto: Si prescindiéramos de todo lo que para estos ejecutivos de la ignorancia es inútil, ¿qué nos quedaría?
Algún día tendremos que abrir un debate serio sobre la cultura, sobre sus manifestaciones, sobre presupuestos y logros, sobre verdadera proyección y aceptación social, sobre su realidad.