18 diciembre 2024

EL LABERINTO.
El castellano de Andalucía.
[Javier Berrio]

Javier  BerrioAhora que otra vez se agudiza el debate sobre el idioma en el que tienen que ser educados los niños y niñas y los jóvenes del estado español en los territorios con lengua propia, no sé qué eficacia pueda tener la LOMCE en aquellas comunidades cuando las mismas se han permitido desobedecer al Tribunal Constitucional sin que ello haya tenido más consecuencias. Si el ministro Wert cree que esa máxima suya de que hay que españolizar a los niños catalanes va a tener más repercusión que su propio deseo, me temo que se equivoca. El ministro debería tener en cuenta que va a ser bastante difícil convencer a los alumnos catalanes de que se separen de sus compañeros catalanohablantes sólo porque sus padres quieran decidir sobre una cuestión idiomática. Me parece que a estas alturas lo único que se podría intentar es una solución dentro del propio sistema educativo de inmersión aumentando el número de horas en que los alumnos puedan recibir enseñanza en español, si así lo desean. Pero para eso también habría que convencer a los nacionalistas y al PSC y el fin no parece fácil.

Pero lo que realmente me preocupa no es tanto lo que se habla o se deja de hablar en esos sitios, como el uso que del idioma se hace en Andalucía. Naturalmente, entiendo que no es lo mismo referirse al hablante andaluz culto el cual, por lo general, emplea un estándar del idioma más que aceptable, que cuando hablamos de personas con menor competencia lingüística. Hasta tal punto esto es así que no es difícil encontrarnos con ciudadanos que hacen un uso del idioma más que descuidado. Así, a veces, las llamadas hablas andaluzas constituyen un escondite de usos más que dudosos de castellano o español. Sólo hay que imaginar qué tipo de realización fonética resulta del “jejejo” (“que jí, que joy yo” o “¿a que jí?”), la confusión del orden de los complementos, etc.

En muchas ocasiones he defendido una idea que nadie va a admitir: el bilingüismo en Andalucía. Ante el hecho de que muchos alumnos andaluces abandonan las escuelas con un grado de conocimiento y uso de la lengua más que dudoso, creo que habría que aprovechar el tiempo para enseñarles castellano estándar y que después utilicen en sus vidas el español que quieran, aquel sobre el que me he expresado antes o su habla andaluza corregida de sus posibles errores. Cuando desde todo el Estado –con ahínco desde la ciudadanía andaluza-, se pretende que en los otros territorios empleen el idioma de Cervantes, no me parece adecuado que en nuestra tierra se maltrate a esa lengua de la forma que se hace habitualmente. El conocimiento del idioma en su uso más generalizado y lo que siempre se ha entendido por un castellano correcto, me parece esencial. Ahora que desde el ministerio y con la LOMCE en la mano se va a dirigir la política educativa en matemáticas y lengua para el conjunto del Estado, espero que la norma se imponga con éxito en Andalucía.

El español o castellano para algunos es un tesoro de todos. El romance que se hablaba en Al Ándalus –territorio mucho más amplio que la actual Andalucía- es cosa desaparecida y su recuperación arqueológica y puesta en uso una labor demasiado grande como para ser puesta en práctica en una comunidad que reniega de cualquier forma de peculiarismo político. La repoblación de Andalucía por parte de las fuerzas de reconquista supuso la imposición del entonces castellano y creo que sería bueno cuidar ese idioma que es nuestro. Alfonso X, uno de los repobladores de nuestra provincia, no tuvo empacho en ser usuario del gallego y del castellano y nosotros, los andaluces, tampoco deberíamos tenerlo en aprender y utilizar tanto el español más común en la península como nuestras formas peculiares de expresión oral. Como he tratado de decir más arriba, esa realidad supondría la mejora de la expresión del andaluz medio por medio de la obligatoriedad del conocimiento de un español correcto (ahí la RAE debería pasar de ser casi exclusivamente descriptiva a ser algo más prescriptiva) por parte de los andaluces antes de abandonar la enseñanza primaria y secundaria.

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