Porque sé de la sensibilidad de cada uno de ellos, tenerlos juntos ante las cámaras de TV emociona mucho. Wilkins posee toda la habilidad de la palabra como un don que no escatima en derrochar. Rodríguez está rodeado de la aureola de otro don más silencioso que casi solo se pone en marcha en el diálogo con la obra, en las horas incansables que Faustino pasa entre su imaginación, el material y los soportes. La plástica, en parte, se explica por sí, pero también se reserva otros recorridos: los de la meditación y la conversación. Juan es un hombre que no restringe nada en el viaje de dentro hacia fuera y cuando encuentra la piedra, la talla y pule hasta el extremo, hasta dejarla en palabra para ser digerida pero no sin que el efecto de los contrastes en las papilas lleve al consumidor a hacerse otras preguntas sobre aquel sabor tan personalizado y los condimentos que lo hacen tan especial.
El 13 de marzo, el pintor y el escritor pasaron por La Lupa y no crean Vds. que lo hicieron sin dejar huella. Los maestros dejan poso sí o sí, es algo de lo que no pueden huir porque forma parte de la esencia que les constituye. De dos libros diferentes de Juan Cobos Wilkins, dos excelentes colaboraciones de Faustino Rodríguez: Cadáveres tan hermosos y Mysterium. Los dos títulos son inquietantes, como lo es el contenido de uno y de otro y la realización plástica de Rodríguez. Wilkins tiene la innegable habilidad del uso de la palabra de aquéllos que la han trabajado en profundidad, la conocen en profundidad y viven enamorados de ellas. Así, lo dejó claro recitando de memoria poemas de otros autores, declamando algunos versos propios, discurriendo sobre el arte y en las alabanzas que dedicó a la obra de Rodríguez, dejando evidencia de su cercanía al mundo expresivo del pintor.
Faustino Rodríguez, más parco en palabras pero con el dominio material y filosófico de la obras que lleva adelante,
anunció dos trabajos en marcha en estos momentos: uno de ilustraciones libres con base de collage para la Metamorfosis, de Ovidio, usando para ello la excelente edición de Cátedra, traducida por Antonio Ramírez de Verger, el antiguo rector de la Universidad de Huelva y otra, a más largo plazo, sobre formato grande y dedicada a la visión personalísima entre el surrealismo y el realismo mágico que Rodríguez tiene del mundo que nos rodea y de las ideas que hacen avanzar o retroceder o detenerse a la civilización misma.
Juan Cobos Wilkins y Faustino Rodríguez consiguieron hacer vibrar el plató con energía creativa pura, tranquila, liberada y liberadora. Me consta cómo disfrutaron los espectadores y cómo se logró que muchos de ellos se dejaran imbuir por el oxígeno sin igual del sortilegio creativo, tan redentor de nuestra vacío interior en tantas y tantas ocasiones. Lo único que me resta es recomendar las dos obras a las que he hecho referencia y no perderse ni la poesía ni la lírica del escrito. Por cierto, que el último proyecto de Wilkins, narrativo esta vez, se centrará en uno de los tan queridos pueblos de nuestra provincia y según entiendo, la obra promete. Y en cuanto a Faustino Rodríguez, anunciarles que la primera de las exposiciones verá la luz sobre septiembre u octubre, en Gibraleón, y que la otra tendrá que esperar algo más y será en Huelva en lugar por determinar. No se las pierdan. Solo agradecer a los dos autores, de esos que, como dije en el editorial de La Lupa, «respiran el aire de las musas desde que amanece el día», que estuvieran en el programa y lo convirtieran en un universo especial en el que las diferentes metamorfosis lo ocuparon todo y en el que no hubo lugar sino para la experiencia creativa hechas imagen y palabra.