Resulta descorazonador que de todos los líderes europeos conocidos por los ciudadanos, sea la hija de Jean Marie Le Pen la que más suena al electorado. Ese es el nivel de desconocimiento, despreocupación o desafecto con el que los europeos miran al parlamento de la Unión o cualquiera de las instituciones de lo que fuera el Mercado Común. Como paradigma plástico de esa realidad se nos presenta el cartel electoral del PP en el que, un candidato casi invisible aparece, como oculto en el azul corporativo de la formación de la derecha. La foto, propia del XIX, nos presenta a un candidato con poca capacidad de acción y escaso vitalidad. Si malo es el posado, peor la realización fotográfica y cartelera por su total ineficacia. Si algo tendría que transmitir una cartelería de estas características es vitalismo y cercanía al ciudadano, cosas que sin duda consiguió perfectamente bien el PSOE en las últimas elecciones autonómicas.
De todos los partidos que se presentan a estas elecciones, es el PP el que más se juega en lectura interior y, sin embargo, el que muestra mayor alejamiento con el electorado. No es solo que el cartel resulte risible sino que su comportamiento no puede ser más lejano con los propios medios de comunicación. A pesar de la abstención anunciado –personas que están pidiendo claramente un cambio de sistema-, los partidos realizan una campaña de baja intensidad confiando en que sus leales les saque las castañas del fuego. El PP puso esta táctica en Andalucía en las últimas autonómicas con el resultado sabido: mayoría insuficiente para romper la hegemonía socialista y poder gobernar la comunidad. Le salió el tiro por la culata y ahora se encuentra en unas condiciones electorales más que paupérrimas en un país tan clave electoralmente en el Estado como es Andalucía.
Las elecciones europeas son inútiles porque ninguno de los grandes partidos representan a los ciudadanos y porque los pequeños carecen de opción para estar. Además,ni la estructura interior ni las políticas diseñadas en Europa para el Estado españo,l suponen bien alguno para los ciudadanos por lo que, en este momento, debemos pronunciarnos claramente contra el pangermanismo rampante de la Unión, dejando las urnas tan vacías como sea posible. Esta Europa no es la de los ciudadanos y conseguir que lo sea desde las mismas instituciones es una ilusión, una imagen tan desvaída como la foto azulada de Cañete en las banderolas y vallas populares.
Estas elecciones son para seguir asegurando los sueldos millonarios y las prebendas de los eurodiputados pagadas, además, con el dinero de todos mientras tantos y tantos ciudadanos padecen calamidades. Esta Europa que nos plaga de parados y de trabajadores empobrecidos por mor de la reforma laboral impuesta; esta Europa que nos lleva a los recortes, la de los bancos salvados con dinero público, la del FMI y del Banco de Europa, no es la Europa que nos puede dar bienestar y por lo tanto, mientras no se renegocien nuestras condiciones dentro del bloque y se recupere soberanía, abstención activa. No olvidemos que a cambio de algunas ayudas, el Estado español se ha convertido, salvo dos comunidades, en un territorio de agricultores y camareros en el que la movilidad social es algo prácticamente imposible. No ir a votar y canalizar después esa abstención decidida, es el camino.