Un acto institucional preparado de prisa y corriendo no podía dar un discurso del nuevo jefe del Estado, Felipe VI, brillante, un mensaje de alto contenido y tranquilidad. Naturalmente, a tener en cuenta el gesto en el juramento de acordarse de los derechos de las comunidades autónomas. Mucho más con los pies en el suelo, el presidente Posada, al reconocer que hay que acometer reformas importantes en el Estado. Y, por supuesto, entre los mensajes del ya Rey, “que no se rompan nunca los puentes del entendimiento”, porque como digo en otro lugar, “Con o sin Felipe VI, los cambios vendrán”.
La monarquía pasa por un momento difícil, por ello la austeridad en todos los gestos de la Casa del Rey y en los actos mismos de la coronación, sin invitados de casas reales extranjeros porque, de otro modo, los ciudadanos se le habrían echado encima. No está la ciudadanía para muchas muestras de lujo mientras nos movemos en cinco millones de desempleados y discutimos si se abren o no los comedores escolares para que muchos niños, en familias ahora sin recursos, puedan comer este verano.
Donde se esperaba un mensaje de más alto contenido político, en el asunto territorial, Felipe VI me recordó al discurso de su padre, hablando de la diversidad, de las tradiciones particulares y de las lenguas. Muy bien, lo que todos sabemos. Entiendo que el discurso del monarca no es un programa de gobierno porque ya sabemos que el rey no gobierna. Se supone que en ese mensaje algo tiene que intervenir el gobierno, de lo que deducimos que ese gobierno no está dispuesto a ofrecer un diálogo en profundidad a Cataluña y a las Vascongadas. Siendo el catalán un asunto que se encuentra prácticamente en las últimas de poder solucionado por vías de comunicación, un gesto más allá de lo dicho por el rey habría sido necesario. En vez de tanto abundar en la unidad de la nación española, el jefe del Estado debió dejar abierta la puerta al acuerdo por medio de los matices. No es lo mismo hablar de unidad de la nación que referirse a la unidad del Estado ya que lo segundo no supone una fórmula única ni es tan rotunda en su patriotismo españolista como la primera.
Los Borbones no es que hayan sido muy imaginativos a lo largo de la historia, pero para éso se rodean de otros que se supone piensan para ellos. Desde luego, la participación que haya podido tener el ejecutivo nos deja en las últimas: con esa cerrazón no vamos a ningún lugar resolutivo ni de estabilidad, bien al contrario. Con las encuestas desfavorables más el resultado de las elecciones europeas, el presidente debe saber que el próximo parlamento puede ser ingobernable y en ese panorama, el caso de Cataluña se le habrá ido definitivamente de las manos. Claro, siempre le quedará el pacto con el PSOE, la gran coalición, como propugna Felipe González para alargar el régimen en el tiempo. Habrá que esperar a los cambios inevitables para ver por dónde podemos salir, pero el momento es muy complejo y el discurso del rey no ayudó a la esperanza.
1 comentario en «EL LABERINTO.
Els cambis.
[Javier Berrio]»
Estimado Javier: El discurso de Felipe VI en todo caso es más sosegado que el que se hubiera dado por llegar a su reinado por el fallecimiento de el anterior Rey, D. Juan Carlos I El Abdicante. Es harto difícil hacer un discurso en el que se pudiera «enviar mensajes no tan velados» hacia los que pretenden no un trato especial dentro del conjunto español, sino simplemente la independencia y segregación del resto del territorio que todo el Orbe conoce por España. Bastante hizo con reconocer que dentro de la unidad de ese Estado, no exista UNIFORMIDAD, es decir, dando a cada Comunidad el «matiz» particular, entre ellas sus costumbres y su idioma. En esta Constitución, por Felipe VI jurada, no cabe otra cosa y por lo tanto otra cosa no podrá hacer este nuevo Rey. Ni tampoco Rajoy como Presidente del Gobierno. Ni tampoco las Cortes ni el Senado. Como tampoco podrían restaurar la pena de muerte, pongamos por caso, por delito de terrorismo.
Por otra parte, es fundamental en Derecho, cuando menos ceñirse a la Historia cuando se refiere a territorios y derechos de sus habitantes. El invocar como parte legítima la situación «anómala» que dicen sufrir los separatistas catalanes, precisamente basados en datos históricos no solo erróneos sino inventados, ha llevado a que sus mentiras «mil veces repetidas al estilo de Lenin», sean ahora la «única verdad», precisamente soslayando la auténtica Historia. Ya desde los orígenes de Cataluña, bajo las armas de Carlo Magno, ese trozo de la Hispania Tarraconense, la denominó MARCA HISPANICA, no la dio otro nombre porque otro nombre no le cabía mejor….y desde ahí a nuestros días recibió el nombre de Cataluña. El origen de su nombre podría derivar del que los caballeros de origen provenzal que ocuparon y defendieron los territorios de la MARCA HISPANICA contra el poder del invasor musulmán, le impusieran quizás en recuerdo, de los campos Cataláunicos, situados en territorio Franco. Por lo demás, o se vuelve a abrir el melón de la Constitución y se cambia, o el que tendrá que cambiar en su postura es el Sr. Mas.