Bien analizado, los primeros gestos del segundo rey tras la restauración borbónica de Franco han sido bastante adecuados para dar una imagen de modernidad y dinamismo que en realidad no tiene. Recibir a la víctimas del terrorismo, bien hecho: es un acto de justicia. Acoger a las asociaciones homosexuales, también correcto: ambos eventos han ido dirigidos a sectores de la sociedad muy diversos. El primero, a los más conservadores y el segundo, a las mentes más abiertas. Bien también que la proclamación real haya sido laica pero, como no podía ser de otra manera y en algo tenía que fallar, el primer viaje exterior lo realiza a un Estado religioso, católico por demás, la religión profesada por los monarcas.
El Rey, jefe del Estado, lleva a cabo este viaje como primera magistratura, no como ciudadano en visita privada. A ese respecto, ha buscado tranquilizar a la Santa Sede en cuanto que a pesar de que por necesidades estratégicas hubo de realizar su toma de posesión sin símbolos ni actos religiosos, España sigue siendo católica y desde la corona se cuidará ese aspecto. La auténtica cara borbónica vuelve a aparecer y en vez de dedicar su primer viaje exterior a defender los aunténticos intereses de los ciudadanos, va como un capillita a visitar a Francisco. Bueno, la máscara del Rey ha caído en este desplazamiento y el Borbón queda a la vista de todos.
Felipe VI tiene, a decir de las encuestas un 6,6 de nota en popularidad y su esposa, un 5,85. No está mal. Hay que tener en cuenta que es normal tras el cambio de monarca y tras la proclamación con paseo por las calles incluido. Pero mucho ojo porque la sociedad ya no está para muchas bobadas ni para demasiados desaciertos en los actos de reinado estrictamente dicho, porque si los recibimientos que digo arriba son de tipo anecdótico y estratégico, la primera salida al exterior es un acto político de diplomacia internacional en toda regla. Y ha errado. Su cara y la cara del gobierno, en esto al menos, es la misma: confesional. El gobierno conservador con simpatía hacia el Opus Dei lleva al Rey a Roma, como peregrinación del Estado a los pies de Francisco, otro personaje de gestos que hasta ahora no han llegado a nada.
Los partidos políticos del régimen quieren emplear el cambio de titular en la jefatura de Estado para propiciar variaciones que preserven el sistema del 78. Que nadie se llame a engaño. Las reformas que se puedan proponer o llevar a cabo irán en ese sentido. Tan siquiera UPyD o Ciudadanos han tenido la valentía de ir más allá y plantear que los cambios que ambos dicen desear sean con el fin de superar el régimen actual en una etapa posterior. Todos están por la labor de hacer lo mismo dejando a los ciudadanos lejos del poder. Y como se ve, el viaje al extranjero de Felipe VI y señora, confirma no sólo la política del ejecutivo, sino la línea borbónica de siempre. Felipe sin máscara, un rey para la continuidad.