No diré que siempre sea el consenso el movimiento más pertinente cuando cosas importantes están en juego, pero sí la actitud para posiciones que podrían acercarse con mayor facilidad de lo que parece. A veces, el factor humano parece más importante que los objetivos a conseguir, bien sean de carácter político o material. Salir vencedor con respecto a las pretensiones de partida puede ser muy apreciado por algunas personas. El enroque empecinado por sacar adelante todos los objetivos que uno se propone es esencial para ciertos tipos humanos y no tanto por la idea o el fin en sí mismos, sino porque se ha demostrado más capacidad de convicción o mayor ascendencia. Por eso los equipos son importantes.
Un equipo permite el intercambio de opiniones y la exposición de motivos e ideas. Supongo que todos tendemos a creer que nuestro concepto de las cosas es el mejor y que porque el pensamiento se me ha ocurrido a mí, mi idea es la mejor. De igual modo que lo que niego para un grupo me puede parecer bien para otro, sencillamente porque el primero lo propusiste tú y el segundo yo. Hay dos puntos que impiden o dificultan enormemente la consecución de objetivos. El primero es el maximalismo y el segundo, el protagonismo. El radicalismo en el mantenimiento de una idea o fin lleva a la inflexibilidad y la inflexibilidad, por principio, impide el logro de objetivos. Siendo así, el maximalismo conduce al aislamiento y, a la larga, a la pérdida de cualquier posibilidad en el panorama de los que existen, o sea, a la desaparición. Por otro lado, el protagonismo es casi peor que el maximalismo porque, en ese caso, el protagonista hace de sí mismo y de sus ideas una misma cosa y cuando esad ideas se pone en duda, cree atacada su persona o autoridad y, entonces, hace peligrar el conjunto y, en la idea del protagonista, la permanencia de cualquier proyecto a causa de su conciencia de imprescindibilidad. Y ojo que una cosa es una estructura caracterológica bien constituida y otra la acritud de carácter cuando se afrontan asuntos que han de ser negociados.
Por eso, todo lo que no sea presencia de ánimo hacia el consenso engendrará dificultades y a la larga, esterilidad. Cada día vemos casos en los que el consenso era necesario y sin embargo se ha preferido el camino de la pretendida autoridad que da una mayoría absoluta. El caso de la LOMCE es paradigmático y ha provocado que casi todos los grupos de la oposición en el parlamento español hayan presentado un documento en el que advierten que cambiarán o derogarán esa ley en el momento que gobiernen. Así, ¿no habría sido más rentable para la sociedad que se hubiera consensuado la norma? De ese modo, los críticos con la Ley habrían introducido parte de sus principios en aras del bien social y el gobierno habría obtenido mayor credibilidad. Pero la actitud cerrada del gobierno y la tampoco demasiado abierta de la oposición llevó al estado de cosas que todos conocemos.
Recuerdo que cuando el grupo Tartessos, al que pertenecí de forma destacada, perdió el congreso frente a la candidatura oficial del PP-HUELVA, la actitud de la mayoría fue permanecer alejados de la nueva dirección y finalmente romper con el partido, dándose en la provincia de Huelva la dimisión de un buen número de concejales y en Diputación la marcha de los tres diputados del denominado sector crítico. Por supuesto, al no integrarse el grupo al Comité Ejecutivo Provincial, la posibilidad de discutir desde dentro de la formación el propio programa de los críticos, dejó sin posibilidades las propuestas que se vinieron defendiendo durante todo el proceso pre congresual. Esto no quita que por parte de la nueva dirección se hiciera alguna declaración desafortunada, de la que también el presidente electo debió desdecirse. Pero, ¿para que sirvió la intransigencia? Para que el partido quedara debilitado y para que el grupo alternativo no consiguiera introducir al menos parte de su ideario, personas y praxis dentro de la dirección y para que, a a la postre, desapareciera como opción. Cordialidad y diplomacia vaticana junto a la claridad en lo que se quiere y hasta donde se puede transigir son puntos elementales en el esfuerzo del consenso, añadiéndole el evitar dejar cadáveres en el camino.
1 comentario en «EL LABERINTO.
Del consenso.
[Javier Berrio]»
La partitocracia compartida en todos los partidos políticos españoles, solo promueve un consenso «interior» cuando sus votantes les dan la espalda en la urnas. Es decir, cuando les duele en la merma económica vía votos a favor, y la pérdida de poder que ello conlleva. Es solo entonces que todos quieren un consenso y la búsqueda de nuevas vías y todos se rasgan las vestiduras pregonando una falsa autocrítica. Desgraciadamente, son los que unicamente comen (y muy bien por cierto) de la política les interesa ir pegados al aparato del partido cual mejillones a las quillas de los barcos.