Digo adiós a los que quieran
mentirse perdurables
en el torrente. Cosechadas
son ya las flores, y se encalman
recuerdos, miradas, alas,
todo mi mar. Benigno
aire nocturno acerca
claridad de fuente, ocultas
voces del fuego. Por el fiel silencio
de nobles árboles
por mí amados, camino
al olvido, dejando atrás
amores, veleros, sufrimientos,
últimas señales de pasos.
Cementerio de Sinera,
Salvador Espriu
Profundamente atlántico por nacimiento y necesidad vital, hoy con clara voluntad expansiva, reconozco al mediterráneo posibilidades inigualables para el recogimiento. Este mar, sabedor de sus proezas pasadas y de su definitiva aportación a la cultura occidental, se reivindica a sí mismo cada día que pasa, en su historia y en su ser cotidiano. Y ha tocado en este Mediterráneo, cerca del cementerio de Sinera de mi admirado Espriu (Arenys de Mar), rememorar por primera vez desde su fallecimiento hace poco más de un año, junto a las suaves olas de este atardecer ya tan umbroso en la recogida Platja Fenals (Lloret de Mar), la imagen y la memoria imperecedera, para tantos de nosotros, de Fernando Infante.
Seduce en mí, en cualquier persona, la claridad de ideas y la convicción en las mismas. Y si en alguien encontré esta impronta fue en Fernando Infante, a quien tantas veces me enfrenté en público por nuestras diferencias en la interpretación de algunos campos en los que después llegaríamos a estar tan de acuerdo. En otros no pudo ser la unidad de criterio y, aún así, desde ese respeto conmovedor que une a los que están de acuerdo en las cosas esenciales, hallé en Infante la pasión por la regeneración democrática en la vida política y pública española, en la necesidad de transformar el corpus legal del Estado y en el requisito de comenzar esta batalla desde el orden más cercano, como llegó a entender, desde los municipios mismos. No escondió Infante su deseo de con el tiempo intervenir en la confección de las normas transformadoras de España, pero comprendió que nada se podría hacer desde la transformación de los consistorios y de ahí su cercanía a los partidos independientes de la provincia, especialmente al de Cartaya donde, como abogado, estuvo realizando su labor reformista cuando la muerte le sorprendió tan joven y preñado de ideas.
El abogado y político onubense hubo de traspasar el cáliz de la desafección y el desagradecimiento por parte de las direcciones provincial y española del grupo al que había dedicado larguísimas horas de trabajo durante tres años y por ello decidió marcharse junto con todo su equipo de colaboradores. No obstante, no cambió su pensamiento y vio cómo los hasta entonces sus compañeros bajaban la guardia respecto de los principios fundacionales en los que habían creído. Con su fino olfato político observó que en la provincia de Huelva había sucedido algo inaudito: los grupos independientes de los pueblos onubenses constituían, todos juntos, la tercera fuerza política en la provincia por delante de IU y ponderó las posibilidades políticas futuras de una unión de esas fuerzas. Y así lo dejó reflejado en un consistente trabajo publicado en Huelvaya.es, en su edición en papel en 2011.
Como tuve la suerte de pasar tantos ratos junto a Fernando Infante, juntos soñamos con un partido independiente para Huelva y no puedo olvidar que el día antes de su desaparición física, concertemos una cita para los días siguientes y sacada al escaso tiempo con el que contaba, para poner en marcha aquel proyecto que ya contaba con los principios y fines por los que habría que regirse, tarea que ya habíamos realizado fechas antes. Pero acudieron Hades y Osiris y, en plena juventud física y madurez intelectual, Fernando Infante, el caballero Fernando Infante, abandonó la carne para viajar a otro estado de existencia. El político nítido que encontró la traición de sus socios de viaje político por puro celo y ambiciones ajenas y que, por las mismas razones, no alcanzó la comprensión de quienes desde la política le debieron llamar con voz anhelante, nos dejó horas enteras de imágenes televisadas y voces radiadas. En una ciudad en la que la inteligencia no es bien tratada y en la que los diferentes órganos de poder, copados por los tres partidos tradicionales, no admitirá con facilidad la calidad humana, política y de análisis y pensamiento, Fernando Infante se fue sin ruido.
Cierto es lo que digo: rara es la vez en la que Fernando Infante no sale a colación en cualquiera de las conversaciones con mis colaboradores y compañeros de tertulia televisiva, bien por anécdotas o porque pesa mucho su ausencia. Su espíritu e ideas compartidas han dejado poso entre nosotros y solo resta la voluntad firme y serena de llevarlas a cabo. La primera vez que Fernando y yo hablamos de la posibilidad de formar un partido municipal fue tras una de las magníficas tertulias dirigidas y moderadas por el periodista y amigo común Rafael P. Unquiles y desde entonces no dejamos de sopesar el asunto, dejando claro que nada sería posible sin contar con los ciudadanos, con la centralidad de la persona en cualquier acción política y la igualdad de oportunidades. Desde el radical reformismo político y la independencia de cualquier formación política tradicional, se podría cambiar la administración de la ciudad hacia la limpieza y eficacia en la gestión y la información continua a los ciudadanos de todos los pasos dados por el ayuntamiento. Esto, desde una organización política puramente ciudadana y onubense y tomando distancia de los notables y de cualquier cargos público anterior. Sería así o no sería de ninguna manera.
Infante fue contertulio conmigo y otros colaboradores en esradio, como queda dicho, en LA LUPA y en Antena Huelva. Después, durante el tiempo que yo la dirigí y hasta su fallecimiento, me acompañó como tertuliano habitual y a veces como invitado, en multitud de programas. Admirado y querido por quienes le conocieron y por quienes tuvieron la oportunidad de escucharle y verle, creó seguidores a sus palabras claras y contundentes y sus análisis precisos. Se acerca la noche y Platja Fenals suena a rumor de espíritus que nos quieren y rodean; a meditación se hace más clara y profunda y la cercanía de Infante sea, quizás, más vívida Si dije al comenzar esta remembranza que el Mediterráneo se reivindica a sí mismo, eso sucede con Fernando Infante, cuyas palabras quedaron para todos y yo le reivindico también no únicamente como el amigo y compañero de tantos que fue, sino como el hombre cabal y el pensador fiel a la necesidad de recomponer el sistema político en toda la extensión de la palabra. Fernando Infante, no te olvidamos.