25 julio 2024
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Festival de Isla Canela

Una de príncipes

Ojeando las ciberpáginas de periódicos virtuales (ya que esto de hojear ha pasado de moda), doy con una noticia que merece unos renglones por aquí:

«El principe Harry compara su asesinato de talibanes con un juego de Play Station».
Pues si, tenemos lo que merecemos.

Hemos formado a una estirpe de ídolos en los laboratorios de la ingeniería social, ídolos que como futuros reyes campan a sus anchas y con total impunidad ante los ojos de medio mundo, por apartar de este hecho al otro medio que sufre las consecuencias pero no se percata de lo que tenemos.

«Personas» que a base del talonario semi-infinito de su familia (y mantenido por el pueblo que miles de veces les coloca alfombras señoriales allá por donde caminan mientras se llevan a la boca lo poco que les queda de comer) han sido formadas en la vergüenza de la supremacía del poder.

«Personas» a las cuales la vida de otras PERSONAS les importa lo mismo que a mi el Cociente intelectual de media chusma televisiva.

«Personas» que se calzan las botas y se colocan el fusil mientras disparan como un juego de consola contra medio mundo, mientras el otro medio mira, aplaude y sonríe.

Talibanes.

No sabemos quién se esconde tras esta malintencionada palabra, pero lo que si tengo por seguro es que la serie de principios que rigen a parte de esta sociedad me avergüenza.

Quizás la agenda política de nuestros gobernantes pase por castigar sin pudor a este pueblo como si de otro videojuego se tratase.

Quizás la era de juegos como «Age of Empire» no esté tan desfasada, y «Monopoly» haya sido el juego en el que banqueros y especuladores se han basado para desbancar a este país y como siempre hacer que acabe ganando la banca.

Sin más, nosotros, volvemos a adentrarnos en la vida de un simple personaje de «Los SIMS». Quién tenga suerte: a trabajar a destajo para poder cuidar a su familia, comer y mantener un hogar. Y quien no la tenga a intentar que la vida le sonría para así poder cubrir sus necesidades.

Y mientras seguimos batallando contra esta difícil partida, lo demás lo dejamos para otr@s.

“Que se apresuren en morir”.

Así de contundente se muestra Taro Aso, titular de Finanzas del nuevo gobierno de Japón, sobre la función de los ancianos en la sociedad de un país del Siglo XXI.

Señor Taro, siéntese delante de mí tan solo unos segundos.
Voy a contarle algunas cosillas y espero que no se le aflojen las piernas del cansancio que claramente su cuerpo acusa.
Se le nota en el alma que lleva años desterrado trabajando de sol a sol para poder llegar a obtener una jubilación medianamente decente que le permita disfrutar de la vida que todo estos años no ha tenido.

Supongo que el tronante y vespertino sonido del despertador antes de que el sol entre por su ventana y el volver a ponerlo para el día siguiente apenas horas antes de que vuelva a clavarse en sus oídos, le ha traído problemas personales y familiares que en unos años acabarán.

Podrá dedicarle a su esposa (que también tendrá una avanzada edad y posiblemente necesite de sus cuidados) todo el tiempo que ella necesita y más, mucho más. Porque ahora es cuando empieza a vivir.

Estoy seguro que la alegría y la sonrisa de sus nietos inundarán su casa y su vida como nunca nada ni nadie lo había hecho. También estoy seguro de que querrá que la vida se le haga eterna para ver como crecen y para poder acompañarles en las situaciones mas difíciles que se le planteen.

Sentirá la tranquilidad de levantarse cada mañana solo cuando a sus ojos les apetezca abrirse. Y por supuesto, desterrará de su mesilla ese viejo despertador que tantas veces de la cama en la oscuridad y frío de la noche le ha sacado.

No se preocupe, acaba de entrar en su nueva infancia.

La época en la que se levanta de la cama con el orgullo de haber realizado todo lo que tenía pendiente, con la seguridad de que durante años ha aportado a esta sociedad lo suficiente como para que ella le devuelva la calidad de vida que necesita en estos años que aún por delante le quedan por vivir.

Y como no, vivir con la tranquilidad de que los contratos vitales no los firma nadie y que cuando los ojos se le cierren en el sueño mas profundo será porque con esta vida ha cumplido y sobre todo porque la vida ha cumplido con usted.

Señor Taro: le quiero dar una segunda oportunidad (aunque ni siquiera se si la merece).

No se si seré malpensado, pero me da la sensación de que es usted una garrapata de la sociedad, un chupóptero de las personas a las que desangra a sus ochentaitantos años de edad.

Personas que durante toda su vida han vivido con el sueño de un futuro que usted quiere destrozar y que solamente le sirven para inflar las arcas de su ministerio de Finanzas.

Quiero que lo piense de nuevo, que se vuelva a replantear esta historia.

Si sus arcas están vacías y no le cuadran las cuenta y sigue pensando igual que al principio, súbase a la primera frase de esta carta.
Le recuerdo que esa frase es suya, pero esta vez: va por ustedes.

Juan María González Ortega.

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