Impresionante. No tengo otra palabra para definir lo que vi el pasado jueves. Eran las 9 de la mañana, o algo menos, y de la puerta principal del Ayuntamiento de Huelva surgía una pobladísima cola que casi llegaba al Punto. No se trataba de una fila india. Más bien esas miles de personas conformaban una sólida columna en la que gentes de todo tipo y condición aguardaban su turno con tranquilidad en la paz mañanera de la Gran Vía. Pero, ¿qué esperaban?

En principio pensé que se trataba de algo relacionado con el empleo. En estos tiempos en los que se contabilizan seis millones de parados en España lo lógico es pensar que allí donde se produce una concentración de humanos es porque se ofrece trabajo. Además, no hallaba otra explicación razonable para justificar que una masa ingente de onubenses hubiera hecho el esfuerzo de personarse a tan temprana hora en el centro de la ciudad para, con lo poco que nos gusta, guardar una interminable cola.

Conforme pasaban los minutos la cola iba a más: mujeres, hombres, jóvenes, adultos, ancianos, enchaquetados, en chándal o con el carrito de la compra. ¿Qué era lo que unía a personas tan diferentes? El misterio iba a más. Pero como tenía prisa opté por dejar para más tarde las labores indagatorias.

Cuando regresé aquello era todo un espectáculo. Habían tomado literalmente la avenida de Martín Alonso Pinzón. Me llamó la atención otro detalle: cuando salían del Ayuntamiento, tras cumplir con lo que allí les llevara, iban alegres, contentos, con paso animado. Más o menos como si a cada uno les hubieran dado un billete de 20 euros.

No pude más. Me dirigí hacia la cola para saciar mi curiosidad. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzar la persona que tenía más próxima, un conocido que rondaba por el lugar me preguntó: «¿Tu también vienes por la Guía de Semana Santa? Pues ya sabes, a la cola». Qué éxito.