(Texto y fotos: CACMA. Colectivo Andaluz Contra el Maltrato Animal) Un año esperando el gran día, trajes relucientes en cuerpos ansiosos, carrozas, caballos, mulos, bueyes y tractores reunidos delante de la Casa Hermandad, la bendición a todos ellos y da comienzo la peregrinación hacia la Aldea del Rocio, donde espera la Bella Señora de las Marismas.
El camino comienza lleno de ilusión, la pasión y el fervor se abrazan dando el primer paso y así durante dias, dependiendo el lugar de salida, se repite este acto en decenas de lugares no solo de Andalucia sino de todo el Estado y algunos de allende de nuestras fronteras.
El pregrino va dejando su huella en el camino, pero algunos más que otros.
Y estos, los guarros que se mezclan entre el fervor y la pasión, son los que desacreditan a una mayoria, pero sus huellas se ven a kilómetros.
Esta gente van dejando en «su camino» todo tipo de restos, da igual el sitio para tirar un botellin, una lata, un envoltorio o cualquier otro objeto.
El camino se llena de residuos, el respeto por la naturaleza brilla por su ausencia, pero lo más lamentable es que el respeto por el resto de peregrinos desaparece.
Botellines y plásticos que yacen sobre la hojarasca seca, esperan un rayo de sol que los ilumine con intensidad, la tierra se calienta, y la hojarasca comienza a arder.
Guarros, dejen de hacer el camino, porque si vuestra fe es dejar esta huella, no hagáis la peregrinación, habéis deshonrado a Nuestra Señora, ponéis en peligro sus marismas, sus campos, sus animales.
Por nuestra Señora, por la Blanca Paloma, por nustra Virgen del Rocío, peregrino, no dejes esta huella en el camino.